Reto Detox Para El CorazónMuestra

Vergüenza

La vergüenza llega a ti cuando al asumir el papel de alumno malo permites que otros examinen tus acciones, te juzguen y etiqueten para luego vivir según esas etiquetas.

Lo terrible de la vergüenza es que, al asumirla, te cierras puertas de bendición. Si alguna vez emprendiste un negocio y fallaste, te avergüenzas y no vuelves a intentarlo; si alguna vez te gustó alguien - se lo dijiste - te rechazó, te avergüenzas y no intentas enamorarte otra vez. La vergüenza te imposibilita ver que no eres tus fracasos. El hecho de que hayas fallado una, dos, tres veces, no significa que eres una falla, de seguro la práctica te perfeccionará y algún día lo lograras.

Frente a los fracasos olvidamos explorar cómo estos nos ayudan, cómo el fallar nos hace crecer. Quizás luego de tantos errores, eres menos orgulloso; has tenido una oportunidad de creer más en ti; un chance de ejercitar el persistir. Toda situación tiene su lado agradable, el mantener esta actitud ante la vida, acorta la brecha de que en ti se dé la vergüenza.

Dios no se agrada de la vergüenza, porque te estanca, te limita, te hace olvidar tu identidad como hijo de Dios.

El Apóstol Pablo cita: “No me avergüenzo”. Sé que he cometido errores, pero no me avergüenzo; sé que aún no he llegado hasta donde debo, pero no me avergüenzo; porque sé quién soy y quien me creó; no soy un error y quien me creó no hace disparates.

Cuando alguien busca avergonzarte, lo que busca es diferenciarse, resaltar que no ha cometido la falta que tú estás cometiendo, pero de seguro ha cometido otras faltas, ¿Cómo debes actuar ante estas personas? Combate la vergüenza al reírte de tus propios errores; combate la vergüenza con el gozo del Señor.

Desintoxica tu corazón de la vergüenza al recordar quién eres, según lo dice 1 Pedro 2:9 y con una sobredosis de gozo del Señor.