Comunión Con Dios a Través De La OraciónMuestra
“Así nosotros nos dedicaremos de lleno a la oración y el ministerio de la Palabra” (Hch.6:4).
¿Lo has pensado alguna vez? ¿Cómo habría sido de maravilloso haber escuchado las alabanzas, peticiones u oraciones dirigidas al Señor, por alguno de Sus discípulos, luego de que el Señor ascendiera a los cielos? Qué privilegio sería poder escuchar una oración de Juan, Pedro o del mismo Pablo, quien tuvo un encuentro con el mismo Jesucristo camino a Damasco. Lo interesante, es descubrir que el Espíritu Santo, pensando en nosotros y en nuestro deseo de crecer también en este aspecto tan importante, que es la oración, guió a los escritores Bíblicos a dejar incorporados en la mayoría de las cartas de los Apóstoles, algunas oraciones que valdría la pena explorar juntos, con el fin de obtener la riqueza espiritual que el Señor reservó en ellas para nuestro presente y beneficio.
Servimos a un Dios que está tan cerca de nosotros como nuestro próximo aliento. De hecho, Pablo asegura que en Él vivimos, nos movemos y existimos. Por tanto, cada momento de cada día, es una oportunidad insuperable para permitir que Dios obre en nuestro interior y de paso, podamos experimentar una relación real y restaurada en Él.
Crecí en la fe escuchando una frase célebre de quien fuera, por un tiempo, mi pastor: “No hay cristianismo sin oración”. Hoy, después de casi tres décadas de caminar con Cristo, valido este pensamiento. No hay otra forma, ni la habrá, hasta que Cristo regrese por segunda vez, en la cual podemos comunicarnos con Dios, sino a través de la oración.
La oración continua, constante y presente en nuestro diario vivir, nos permite, avivar la práctica de la presencia de Dios en nuestras vidas.
“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Jn. 15:4-5).
Al hacer nuevas todas las cosas, una vez le reconocemos como nuestro Señor y Salvador personal, Dios crea un edén en nuestro interior, donde reside el Espíritu Santo, desde allí somos pastoreados continuamente por el Señor.
También descubro que, mientras vivo en esta realidad y comunión con Dios, nada temo; pero al menor alejamiento de Él, todo se vuelve insoportable; todo se desordena, pierdo el enfoque y el ritmo de mí palpitar en Dios (Lc.18:7).
”Cuanto más crezco en mi conocimiento de la profunda unión que tengo con mi Padre Celestial, gracias a mi comunión con Cristo y el Espíritu Santo, más descubro mi necesidad de vivir en su presencia por medio de la oración".
Así como no hay cristianismo sin oración, considero que el recurso más valioso con el que podemos contar para construir oraciones sublimes para el Señor, es la misma Palabra de Dios.
“¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿O a dónde huiré de tu presencia? ¡Si subo al cielo, allí estás tú! ¡Si hago mi cama en el Seol, allí estás tú! Si tomare las alas del alba y habitare en los confines del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra (Sal. 139:7-10).
Medita en esto.
Escritura
Acerca de este Plan
¿Lo has pensado alguna vez? ¿Cómo habría sido de maravilloso haber escuchado las alabanzas, peticiones u oraciones dirigidas al Señor, por alguno de Sus discípulos, luego de que el Señor ascendiera a los cielos? Qué privilegio sería poder escuchar una oración de Juan, Pedro o del mismo Pablo, quien tuvo un encuentro con el mismo Jesucristo camino a Damasco.
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Nos gustaría agradecer a Conociendo a Dios por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: http://conectar.conociendoadios.net/