Fija tus ojos en JesúsMuestra

Sin espejos en la iglesia

¿Soy solo yo el que piensa que los espejos están hechos para robarnos la felicidad? Recuerdo haber estado en un baile una vez, pasando un buen rato, cuando noté los espejos a un lado de la pista de baile. De repente, me encontré mirando en su dirección, curioso de lo tonto que me veía mientras intentaba no avergonzarme en la pista de baile.

Los espejos hacen que nos centremos en nosotros mismos. Cuando entramos al baño, observamos cómo se nos ve la ropa, las bolsas debajo de los ojos, el mechón de pelo que no se puede controlar y otro millón de cosas de las que no nos dábamos cuenta antes de ponernos frente a nuestro propio reflejo.

Por eso, me alegra mucho que no tengamos espejos en nuestra iglesia. Al entrar al espacio donde nos reunimos para el culto, hay una cruz, una pila bautismal y una pantalla para los pasajes de la Biblia, pero no hay un solo espejo. ¿Por qué? Porque, si bien la autorreflexión y la confesión honesta son buenas, fijar nuestros ojos en Jesús es aún mejor. “Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el autor y consumador de la fe” (Hebreos 12:1-2). Nosotros fijamos nuestros ojos en Jesús. Por medio de canciones, sermones, lecturas y obras de arte, nos tomamos un descanso de nuestro mundo egocéntrico cubierto de espejos y centrado en nosotros, y pensamos en Jesús. Su amor. Su misericordia. Su gracia.

A diferencia de ese día en la pista de baile, los momentos de verdadera adoración no nos hacen sentir cohibidos ni avergonzados. Más bien, nos hacen conscientes de Cristo y entusiasmados de sus promesas. Gracias a Dios por los espacios sin espejos. ¡Gracias a Dios por las iglesias centradas en Jesús!