Pecados OcultosMuestra
¿A quién adoramos?
Uno de los pecados ocultos a los que me enfrenta este salmo, de manera sutil, es al hecho de que, en demasiadas ocasiones, no adoro a Dios por lo que es, sino por lo que me proporciona. No pasa ni un minuto orando y ya me encuentro redirigiendo los pensamientos hacia mí misma. En mi corazón, y desde mi propia vista, incluso queriendo acercarme a Dios para adorar, sigo creyéndome el ombligo de mi propio mundo.
Los cielos, sin embargo, cuentan la gloria de Dios, y lo hacen sin pretensión alguna más que dar gloria a Quien los creó. Sea de día o de noche, solo hablan de la grandeza de su Creador. Sin palabras ni lenguaje. No hay voz audible, pero el mensaje es atronador, y su eco lo alcanza todo. Mirar hacia la creación y conectarla con Sus manos, nos hace comprender mucho de nuestra verdadera condición: que, por nuestros medios, no vemos ni lo evidente.
Dios es grandioso, inigualable, inabarcable... y lo es en Sí mismo. No necesita que se lo digamos, pero se honra en que lo hagamos. Ni una pizca de Su gloria disminuye por nuestra falta de reconocimiento, pero nosotros perdemos bendición cada vez que giramos la vista hacia lo creado y no hacia el Creador.
Hemos malentendido profundamente el enseñorearnos de la creación, y hemos llegado a pensar que está ahí para servirnos, para dotarnos, cuando realmente está allí clamando a gritos por su propio Redentor. El Creador de cielos nuevos y tierra nueva, por los que la propia creación gime (Romanos 8:22), es el mismo Dios transformador del corazón humano, Señor de todo lo que hay, eterno en Su existencia, omnipotente y omnisciente.
Él sí sabe que somos polvo (Salmo 103:14), pero nos bendice dándonos la oportunidad, junto con el resto de lo creado, de darle la gloria por quien Él es, y principalmente por eso. Lo demás, por supuesto, tiene su lugar, y el agradecimiento es algo que hemos de cultivar constantemente (1ª Tesalonicenses 5:18), pero el principal motivo no está en lo que nos repercute, simplemente, sino en la realidad de quién Dios es en Su sustancia.
Su ley es perfecta, y ¡claro que da aliento! Si nos fiamos de Él, obtenemos sabiduría. Vivir en Su voluntad trae alegría (7-11)... pero Él es el verdadero centro. ¡Adoremos a Dios por Él, y no solo por lo que nos da!
Escritura
Acerca de este Plan
¡Qué difícil es la lucha con el pecado! No solo por lo que cuesta vencer aquellos que identificamos, sino por lo imposible de mirar tan hacia dentro que seamos conscientes de los que nos son ocultos. En este plan indagamos en nuestro corazón y pedimos, como David en el Salmo 19, que nos libre incluso de los que no conocemos.
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Nos gustaría agradecer a Lidia Martín por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.lidiamartin.com/