Invitado EspecialMuestra

Él accedió

Jesús transformó el agua en vino en una fiesta a la cual Él había sido invitado. Nos deja como principio que si nosotros le invitamos a nuestra vida, y le damos parte en nuestra intimidad, Él nos transforma, y ya nunca más volveremos a ser los mismos. 

Otra de las cosas que aprendemos en esta historia es que Él accede gustosamente cuando le invitamos y va más allá de ser uno más del grupo de invitados.

Imaginemos esa noche, seguramente había otros invitados, gente muy querida por los novios, personas en las cuales la sola presencia generaba mucho gozo.

Un invitado promedio se sienta y espera ser servido, come hasta saciarse y, al final de la noche, se despide y se va. Jesús es un invitado activo, está pero Su postura es la de la acción, Su presencia no pasa desapercibida. 

Ahora veamos tú y yo, antes de Cristo o quizás durante nuestra vida cristiana, sabiendo que Jesús está presente, buscamos métodos para mejorar, técnicas, estratégias o tutoriales que nos ayuden en determinadas situaciones personales o familiares, o quizás en cuanto a lo económico, sin ver que Él está presente y está dispuesto a transformarnos. Créeme que todas esas cosas son buenas, pero Él no quiere mejorarnos o ayudarnos con nuestros problemas. Jesús no es una muleta o algo que nos trae suerte; Él no quiere poner remiendos a nuestra vida. Él es alguien que quiere que si antes fuimos agua, ya no seamos agua mejorada, o agua con gusto a vino o vino desabrido; ahora somos el fruto del milagro de la transformación. El cambio es de adentro hacia afuera.

Cuando Jesús interviene, nos hace especiales, y nadie habla de lo que antes éramos, nadie pone en tela de juicios la autenticidad de lo que somos, porque nuestro cambio no es superficial. Ya lo viejo ha muerto; fuimos hechos nuevos. La mano del Señor estuvo allí, y ¿sabes por qué? Porque si nosotros le invitamos, Él accede.