El Milagro Del ArrepentimientoMuestra
"El Arrepentimiento, un Milagro"
Es extraordinario tener consciencia respecto al valor que tiene el arrepentimiento desde que lo experimentamos por primera vez, gracias al Espíritu de Dios, cuando Cristo por su gracia nos miró y determinó por voluntad del Padre salvarnos. Como olvidar ese momento, como ignorar lo que sentimos cuando nuestros ojos fueron abiertos y pudimos reconocer nuestra condición pecaminosa delante del Señor, nuestra suciedad y maldad... cuánta vergüenza sentimos en ese momento, es impresionante poder ser conscientes de quiénes somos delante de un Dios Santo, Santo, Santo, que nos perdonó y nos salvó.
En ocasiones dejamos pasar por alto el valor que tiene el arrepentimiento en el caminar cristiano; aunque doloroso, es uno de los mejores momentos en que podemos garantizar que Dios sigue obrando en nuestra vida, porque a través del arrepentimiento nuestro caminar en Cristo empieza a ser perfeccionado.
El arrepentimiento es un milagro, un milagro que nos lleva a rendirnos totalmente ante Dios, ante su voluntad; reconociendo quién es Él y cómo desea que lo adoremos. Nos lleva a avanzar en el deseo de crecer en Cristo Jesús, de producir fruto del espíritu, de crecer en sabiduría y conocimiento del Señor. El arrepentimiento nos permite reconocer la necesidad que tenemos de Dios, nos lleva a crecer en temor de Él, a querer obedecerle para permanecer en su voluntad. Hace que nos rindamos con total humillación ante el Señor, comprendiendo que sin Él somos nada, somos nadie y nada podemos hacer. Es la llave que usa el Espíritu Santo para abrir nuestro entendimiento a la necesidad de volvernos y someternos ante el Padre, alineando nuestras vidas al caminar que tuvo Jesús.
Escritura
Acerca de este Plan
El arrepentimiento es un milagro expresado en la convicción que nos da el Espíritu Santo para reconocer nuestra condición pecaminosa delante de Dios. Es el resultado de haber tenido un encuentro con Jesús, un acto de rendición que genera cambio y transformación una vez nos humillamos con total rendición. Es un acto de reverencia y temor de Dios que nos lleva a someternos en amor a su voluntad.
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