La Carta De Un PecadorMuestra

Padre, hoy volví a fallar. A pesar de que ayer me sentía tan ungido, tan santo, pero hoy caí. Y no ore, trate de no buscarte. Iba a la iglesia, pero tú bien sabias que iba a cumplir no más para que mis padres no se enojaran. Pero no fui a buscarte.

Estuve mirando mi reloj y pareciera que las agujas habían hecho un trato con el tiempo de detenerse y no avanzar más. Sentí que el servicio en la iglesia era interminable, yo solo quería regresar a casa y seguirme reprochando lo malo que hacía y lo mal que me veía diciendo ser cristiano y fallando constantemente.

Y eso me duele, decir que soy cristiano, pero la parte de mi vida que nadie ve dice otra cosa. Esa parte privada grita pidiendo auxilio porque te soy honesto Dios, a veces quiero tirar la toalla y ya no seguir intentando. Intentar miles de veces y no conseguir el objetivo me cansa. La gente muchas veces me ve y dicen que parezco el tipo más santo, pero yo no quisiera que ellos conocieran por lo que paso muchas veces porque sé que los decepcionaría.

A pesar del dolor y de la ansiedad que llegaba muchas veces, a pesar de esos malos momentos que quisiera que no pasaran, me doy cuenta de que siempre estuviste ahí. Cuando pensé que no te sentía, tú con una suave brisa me abrazaste. Pensé que la noche era interminables, pero tú con el sol me decías que nuevas eran las misericordias cada mañana. Pensaba que me habías dejado por la cantidad de defectos que hay en mí, pero tú me amaste y me cargaste cuando los pies no me daban.

Ahora entendí por qué la gente me miraba bien y me acordé que tú le haces trajes a todos tus hijos. Y el traje que tú me confeccionaste me hace ver como un príncipe. El traje tapa mis defectos y heridas. Ese traje que simboliza tu gracia me queda bien, no hay mejor lugar donde refugiarme que en tu gracia.

Mi oasis, es tu gracia. Día a día, hora tras hora, necesito dosis de tu gracia. Tú eres mi lugar seguro.