El Poder De La CompasiónMuestra

Día 2: Depender del Espíritu Santo

Los cristianos solemos ser muy alegres, entusiastas y conversadores; esta última característica puede llevarnos a ceder ante la tentación de querer enseñarle toda la Biblia de una sola vez. Al tratar de responder a alguna inquietud por parte del recién convertido, nos inclinamos a dar la respuesta de la manera más completa, y allí es donde para sentirnos seguros comenzamos con el primer registro relacionado con la pregunta en el libro de Génesis. Sin darnos cuenta, pasamos libro por libro hasta arribar a Apocalipsis. 

Imagínese que después de tal respuesta, el visitado no querrá efectuar ninguna otra pregunta. Existen momentos donde las palabras sobran. Instantes en los cuales no hay nada más para hablar. Cuando hacemos una visita debemos tener sumamente claro este punto, de lo contrario podemos saturar y cansar a la persona a quien llevamos la Palabra.  

Cuando Dios quiere intervenir en la escena a través de su Hijo y del Espíritu Santo, mejor que nos corramos y lo dejemos actuar a Él. Hay momentos en que las palabras no pueden aliviar el corazón entristecido por la dificultad y, por más que hablemos, no podremos lograr que el enfermo reciba alivio de su aflicción. Pero cuando oramos y le pedimos a Dios que comience a obrar y a tocar al necesitado, Dios desciende con su poder y, en segundos, hace lo que nosotros jamás lograríamos con nuestros recursos humanos.

Aprenda a depender del Espíritu Santo, no se deje llevar por cosas intrascendentes. No trate de concentrar el foco de atención en usted mismo. Aunque es importante que en el momento de implementar la visita usted mantenga un aspecto prolijo en cuanto a su persona y cuide los detalles que hacen a su porte y apariencia, lo realmente importante es que Dios toque la vida de la persona a la cual visitó. La clave es depender del Espíritu Santo. Existe una obra sobrenatural que nosotros no podemos realizar. Sin embargo, podemos orar, llamar por teléfono y realizar la visitación. Hasta allí llega nuestra obra, pero no podemos tocar el corazón de la persona para que se convierta. Esa es la obra del Espíritu que trae arrepentimiento y transformación.