Devocional diario de Acción de Gracias de Paul TrippMuestra

Simplemente no hay nada que puedas hacer para ganar el favor de Dios. Tienes que aceptar esto y recordarlo. Nunca serás lo suficientemente justo durante el tiempo suficiente para satisfacer los santos requisitos de Dios. Tus pensamientos nunca serán lo suficientemente puros. Tus deseos nunca serán lo suficientemente santos. Tus palabras nunca serán lo suficientemente limpias. Tus elecciones y acciones nunca honrarán lo suficiente a Dios. El listón es demasiado alto para que tú y yo lo alcancemos. No hay excepciones. Todos vivimos bajo el mismo peso de la ley y la misma incapacidad del pecado. Todos somos mejores rebeldes que sumisos. Todos somos naturalmente más orgullosos que humildes. Todos somos más dados a la idolatría que a la adoración a Dios. Hacemos mejor la guerra con nuestros vecinos que amarlos. A todos nos parece más natural la envidia que la satisfacción. Todos somos ladrones de una forma u otra. Todos codiciamos lo que tienen los demás. Doblamos la verdad de forma más natural que la protegemos. Condenamos con nuestras palabras en lugar de dar gracia. Dejamos evidencia todos los días de que nunca alcanzaremos de manera independiente el estándar de Dios.

Aquí está su declaración "Eso lo dice todo": "ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado." (Romanos 3:20). ¿Y por qué es esto cierto? Es cierto porque "por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios," (Romanos 3:23). El idioma es todo incluido. No deja lugar a excepciones. Es la noticia devastadora y humillante que todas las personas deben aceptar en sus corazones y en el sentido de su identidad. Pero esta noticia difícil de aceptar es la puerta no al autodesprecio depresivo, sino a la esperanza y el gozo eternos. Solo cuando aceptas quién eres y lo que no puedes hacer, comienzas a comprender la necesidad del don de Dios. Pongamos las malas noticias y las buenas nuevas juntas, como lo hace Pablo en Romanos 3. Él escribe, "todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios", pero ese no es el final de la historia. Él continúa diciendo que nosotros "por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados," (vv. 23‭-‬25).

Una propiciación es un sacrificio expiatorio. El sacrificio de Jesús apaciguó la ira de Dios y creó una reconciliación entre Dios y todos los que pusieron su fe en él. Dado que Dios odia el pecado, la única forma en que nosotros los pecadores podríamos tener una relación con él es si Cristo da su vida para pagar el castigo por nuestro pecado. No es necesario obedecer para obtener el favor de Dios. Cristo se ha ganado el favor de Dios a tu favor. De modo que tu obediencia nunca es un pago terrible, sino un himno de gratitud a un Dios que te encontró donde estabas e hizo por ti lo que tú no podrías haber hecho por ti mismo.