Qué hacer ante la desilusiónMuestra

«Cobra vida otra vez»

Después de admitir el señorío de Dios y expresar francamente sus sentimientos, vendría el segundo paso para María, todavía más difícil. Ella tenía que permitir que Jesús viera el motivo de su dolor. Cuando Él preguntó dónde estaba el cuerpo de Lázaro, ella respondió: «Señor, ven y ve» (v. 34). En lugar de ignorarlo, para protegerse a sí misma o para castigarlo a Él, lo llevó a la tumba de Lázaro. María llevó a Jesús a la fuente de su dolor.

De esta misma manera necesitamos llevar a Dios a la fuente de nuestro dolor. Muchas veces, para calmar nuestro dolor, construimos muros alrededor de nuestro corazón en el esfuerzo de proteger nuestra heridas y prevenir ser lastimados o tener que enfrentar el dolor. Sin embargo, necesitamos permitir que Dios rompa nuestros muros y toque nuestras heridas; que Él penetre en los momentos de nuestra vida que nos causan más dolor. Cuando hacemos esto, como María, le damos a Dios el poder para hacer lo que solamente Él puede hacer. 

En el caso de María, Jesús responde a su dolor con un milagro tangible: resucita a Lázaro. Sin duda, para Dios no hay nada imposible, pero existe la posibilidad de que no experimentemos el milagro en nuestra vida de la misma manera. Quizás no recuperaremos a un ser amado, pero de alguna manera u otra Dios puede traer vida donde se había perdido. Dios puede resucitar sueños, propósitos, relaciones. Él puede soplar aliento de vida a las áreas muertas en nuestras vidas. Dios puede resucitar la esperanza y hacer nuestra fe cobrar vida otra vez.