Corazón de adoraciónMuestra
Adora libremente
Tal vez la idea de levantar tus manos durante la adoración te resulta extraña. No está en tu cultura. No estás acostumbrado y no parece natural. No quieres sentirte presionado para levantar tus manos. No eres tú. Todo eso es comprensible, pero hay más que decir. En el fondo, hay momentos en los que quieres elevar tus manos a Dios.
Hay ocasiones en las que quieres elevar tus manos hacia Dios porque esa es la expresión natural de la alegría y adoración en tu corazón. Sientes algo, algo profundo en tu corazón. Sientes algo dentro, y quieres expresar esos sentimientos de alegría y alabanza. Quieres expresarte con tu voz y con tus manos. Tus manos quieren volar al cielo, o quieres aplaudir, ponerte de pie, arrodillarte o bailar. Quieres expresar con todo lo que eres—corazón, voz y cuerpo—lo que sientes por dentro, las profundidades de tu alabanza y alegría.
Piensa en un partido de fútbol. Es la final del campeonato. Es un partido igualado, para morderse las uñas. Los equipos están empatados. Quedan los últimos segundos. Tu equipo lanza un pase desesperado a la zona de anotación y marca. Ganan y todo el lugar estalla. Las manos y brazos vuelan. La gente grita, chilla, aplaude y ruge. No es el aplauso educado de un campo de golf. Nadie está sentado sobre sus manos. ¡Por supuesto que no! Queremos dar expresión a los sentimientos de nuestros corazones. Es completamente normal y apropiado. Es la forma en que Dios nos hizo. Cuando me reúno para adorar con el pueblo de Dios, hay momentos en los que siento profundamente que debo elevar mis manos a Dios igual que elevo mi voz. Siento que está bien. Me siento bien. Es como si Dios quisiera que me sintiera así. No te sientas presionado. Siéntete libre. Da plena voz a la alabanza y la alegría que sientes en tu corazón.
Escritura
Acerca de este Plan
Este plan de cinco días repasará el Salmo 63 explicando el corazón de adoración que tenía David. Aprenderás que somos un sacrificio vivo para adorar a Dios de todo corazón, libre y apasionadamente. David adoraba a Dios porque sabía cuánto lo amaba. Sentir que Dios lo amaba profundamente era el manantial del que brotaba su corazón para Dios. Este plan te animará a tener un corazón de adoración.
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