PROTAGONISTA DE TU MILAGRO Por Alejandra Carnival Muestra

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De acuerdo a investigaciones científicas sabemos que las enfermedades del alma repercuten en el cuerpo. Sin embargo, hemos descubierto que también son sanadas a través de la fe. Por ejemplo, una investigación determinó que la causa psicosomática de la presión alta es una forma de miedo reprimido a lo que podría suceder, y no a las cosas en sí. En el caso de la diabetes, se encontró que un pesar o una desilusión gasta más energía que otra emoción, por lo que los pacientes consumen la insulina del páncreas hasta agotarla. Los médicos pueden dar alivio a través de tratamientos para la presión o para la diabetes, pero no pueden otorgar la cura total. No hay vacuna que nos proteja de los problemas emocionales. Pero cuando Jesús entra a tu alma, Él te sana. Jesús cura el alma. Él te invade con su paz, y todo cambia.

También dicen que los infartos pueden ser sanados a través de una fe profunda. El corazón sufre desgaste por las presiones, y la fe lo tranquiliza. Es el caso de este hombre que compartió lo siguiente: «Un amigo había sufrido un ataque similar al mío y murió a las cuatro horas. Dos conocidos más corrieron la misma suerte y estaban en habitaciones contiguas a la mía. Pensé, si no me sucedió, es que quizás yo tenga algo que hacer en esta vida. Así que volveré y me dedicaré a mis cosas con la esperanza de vivir más tiempo, y mejor que antes». Eso se llama SENTIDO DE PROPÓSITO, eso se llama FE. 

Esta persona después contó qué hizo, y dijo que además del tratamiento médico, empleó la siguiente fórmula que consta de tres partes:

1) En la primera etapa, que requería  descanso absoluto, se administró una dosis del Salmo 46:10: «Estad quietos, y conoced que yo soy Dios». Hay momentos en que el cuerpo necesita descansar, estar quieto, pero nosotros solemos forzarlo. En ese momento este hombre necesitaba reposo, no podía volver a su rutina habitual, entonces se repetía este versículo. 

2) A medida que los días iban siendo mejores comenzó a declarar: «Jehová es mi fortaleza y mi escudo; en él confió mi corazón, y fui ayudado, por lo que se gozó mi corazón, y con mi cántico le alabaré» (Salmo 28:7).

3) Finalmente cuando las fuerzas volvieron sintió seguridad y afirmó: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13). 

Usa tu fe para recibir tu milagro.

Lic. Alejandra Carnival

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