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MATEO 26:26-50

MATEO 26:26-50 Reina Valera 2020 (RV2020)

Mientras comían, tomó Jesús el pan, lo bendijo, lo partió y dio a sus discípulos diciendo: —Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa y habiendo dado gracias, se la pasó diciendo: —Bebed de ella todos, porque esto es mi sangre del nuevo pacto que por muchos es derramada para perdón de los pecados. Os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre. Después de haber cantado el himno, salieron hacia el monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo: —Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche, pues escrito está: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño . Pero después de que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea. Replicó Pedro: —Aunque todos te fallen, yo nunca te fallaré. Jesús le dijo: —Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Pedro insistió: —Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo. Llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní y dijo a sus discípulos: —Quedaos aquí sentados mientras yo voy más allá a orar. Jesús se llevó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces les dijo: —Mi alma siente una tristeza de muerte. Quedaos aquí y velad conmigo. Se adelantó unos pasos e inclinándose sobre su rostro, oró así: —Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como quieres tú. Volvió luego a sus discípulos y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: —¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad para que no entréis en tentación. El espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Otra vez se alejó y oró por segunda vez: —Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Volvió de nuevo y los halló durmiendo, porque tenían los ojos cargados de sueño. Los dejó y se fue. Oró por tercera vez con las mismas palabras. Luego se acercó a sus discípulos y les dijo: —¡Seguid durmiendo y descansando! Ha llegado la hora y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ved, se acerca el que me va a entregar. Aún estaba él hablando cuando llegó Judas, uno de los doce. Con él venía mucha gente con espadas y palos enviada por los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo. Y el que lo entregaba les había dado señal: —Al que yo bese, ese es. Apresadlo. En seguida se acercó a Jesús y dijo: —¡Hola, Maestro! Y lo besó. Jesús le preguntó: —Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron a Jesús y lo apresaron.

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MATEO 26:26-50 La Palabra (versión española) (BLP)

Durante la cena, Jesús tomó pan, bendijo a Dios, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo: —Tomad, comed: esto es mi cuerpo. Tomó luego en sus manos una copa, dio gracias a Dios y la pasó a sus discípulos, diciendo: —Bebed todos de ella, porque esto es mi sangre, con la que Dios confirma la alianza, y que va a ser derramada en favor de todos para perdón de los pecados. Os digo que no volveré a beber de este fruto de la vid hasta el día aquel en que beba con vosotros un vino nuevo en el reino de mi Padre. Cantaron después el himno y salieron hacia el monte de los Olivos. Jesús les dijo entonces: —Esta noche todos me abandonaréis, porque así lo dicen las Escrituras: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño. Pero después de mi resurrección iré antes que vosotros a Galilea. Pedro le contestó: —¡Aunque todos te abandonen, yo no te abandonaré! Jesús insistió: —Te aseguro que esta misma noche, antes de que cante el gallo, tú me habrás negado tres veces. Pedro insistió: —¡Yo no te negaré, aunque tenga que morir contigo! Y lo mismo decían los otros discípulos. Llegó Jesús, acompañado de sus discípulos, al lugar llamado Getsemaní, y les dijo: —Quedaos aquí sentados mientras yo voy un poco más allá a orar. Se llevó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y comenzó a sentirse afligido y angustiado; entonces les dijo: —Me está invadiendo una tristeza de muerte. Quedaos aquí y velad conmigo. Se adelantó unos pasos más y, postrándose rostro en tierra, oró así: —Padre mío, si es posible, aparta de mí esta copa de amargura; pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú. Volvió entonces adonde estaban los discípulos y, al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro: —¿Ni siquiera habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para que no desfallezcáis en la prueba. Es cierto que tenéis buena voluntad, pero os faltan las fuerzas. Por segunda vez se alejó de ellos y oró así: —Padre mío, si no es posible que esta copa de amargura pase sin que yo la beba, hágase lo que tú quieras. Regresó de nuevo adonde estaban los discípulos, y volvió a encontrarlos dormidos pues tenían los ojos cargados de sueño. Así que los dejó como estaban y, apartándose de ellos, oró por tercera vez con las mismas palabras. Cuando volvió, les dijo: —¿Aún seguís durmiendo y descansando? Mirad que ha llegado la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores. ¡Levantaos, vámonos! Ya está aquí el que me va a entregar. Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegó Judas, uno de los Doce. Venía acompañado de un numeroso tropel de gente armada con espadas y garrotes, enviada por los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo. Judas, el traidor, les había dado esta contraseña: —Aquel a quien yo bese, ese es; apresadlo. Así que apenas llegó, se acercó a Jesús y lo saludó diciendo: —¡Hola, Maestro! Y lo besó. Jesús le dijo: —Amigo, lo que has venido a hacer, hazlo ya. Entonces se abalanzaron sobre Jesús y, echándole mano, lo apresaron.

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MATEO 26:26-50 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Mientras cenaban, Jesús tomó en sus manos el pan, y habiendo dado gracias a Dios lo partió y se lo dio a los discípulos, diciendo: –Tomad, comed, esto es mi cuerpo. Luego tomó en sus manos una copa, y habiendo dado gracias a Dios la pasó a ellos, diciendo: –Bebed todos de esta copa, porque esto es mi sangre, con la que se confirma el pacto, la cual es derramada en favor de muchos para perdón de sus pecados. Os digo que no volveré a beber de este producto de la vid hasta el día en que beba con vosotros vino nuevo en el reino de mi Padre. Después de cantar los salmos se fueron al monte de los Olivos. Y Jesús les dijo: –Esta noche, todos vais a perder vuestra confianza en mí. Así lo dicen las Escrituras: ‘Mataré al pastor y se dispersarán las ovejas.’ Pero cuando resucite, iré a Galilea antes que vosotros. Pedro le contestó: –Aunque todos pierdan su confianza en ti, yo no la perderé. Jesús le dijo: –Te aseguro que esta misma noche, antes que cante el gallo, me negarás tres veces. Pedro afirmó: –Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo. Luego fue Jesús con sus discípulos a un lugar llamado Getsemaní, y les dijo: –Sentaos aquí mientras yo voy más allá a orar. Se llevó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a sentirse muy triste y angustiado. Les dijo: –Siento en mi alma una tristeza de muerte. Quedaos aquí y permaneced despiertos conmigo. Y adelantándose unos pasos, se inclinó hasta el suelo y oró, diciendo: –Padre mío, si es posible, líbrame de esta copa amarga: pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú. Luego volvió adonde estaban los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro: –¿Ni siquiera una hora habéis podido permanecer despiertos conmigo? Permaneced despiertos y orad para no caer en tentación. Tenéis buena voluntad, pero vuestro cuerpo es débil. Por segunda vez se fue, y oró así: –Padre mío, si no es posible evitar que yo sufra esta prueba, hágase tu voluntad. Cuando volvió, encontró de nuevo dormidos a los discípulos, porque los ojos se les cerraban de sueño. Los dejó y se fue a orar por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Entonces regresó a donde estaban los discípulos y les dijo: –¿Aún seguís durmiendo y descansando? Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vámonos: ya se acerca el que me traiciona! Todavía estaba hablando Jesús, cuando Judas, uno de los doce discípulos, llegó acompañado de mucha gente armada con espadas y palos. Iban enviados por los jefes de los sacerdotes y los ancianos de los judíos. Judas, el traidor, les había dado una contraseña, diciéndoles: –Aquel a quien yo bese, ese es. ¡Apresadlo! Así que, acercándose a Jesús, dijo: –¡Buenas noches, Maestro! Y le besó. Jesús le contestó: –Amigo, lo que has venido a hacer, hazlo. Entonces los otros se acercaron, echaron mano a Jesús y lo apresaron.

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MATEO 26:26-50 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Mientras comían, Jesús tomó pan y lo bendijo. Luego lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciéndoles: ―Tomad y comed; esto es mi cuerpo. Después tomó la copa, dio gracias y se la ofreció diciéndoles: ―Bebed de ella todos. Esto es mi sangre del pacto, que es derramada por muchos para el perdón de pecados. Os digo que no beberé de este fruto de la vid desde ahora en adelante, hasta el día en que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre. Después de cantar los salmos, salieron al monte de los Olivos. ―Esta misma noche —les dijo Jesús— todos vosotros me abandonaréis, porque está escrito: »“Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño”. Pero, después de que yo haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea». ―Aunque todos te abandonen —declaró Pedro—, yo jamás lo haré. ―Te aseguro —le contestó Jesús— que esta misma noche, antes de que cante el gallo, me negarás tres veces. ―Aunque tenga que morir contigo —insistió Pedro—, jamás te negaré. Y los demás discípulos dijeron lo mismo. Luego fue Jesús con sus discípulos a un lugar llamado Getsemaní, y les dijo: «Sentaos aquí mientras voy más allá a orar». Se llevó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a sentirse triste y angustiado. «Es tal la angustia que me invade que me siento morir —les dijo—. Quedaos aquí y permaneced despiertos conmigo». Yendo un poco más allá, se postró sobre su rostro y oró: «Padre mío, si es posible, no me hagas beber este trago amargo. Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú». Luego volvió adonde estaban sus discípulos y los encontró dormidos. «¿No pudisteis permanecer despiertos conmigo ni una hora? —le dijo a Pedro—. Estad alerta y orad para no caer en tentación. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil». Por segunda vez se retiró y oró: «Padre mío, si no es posible evitar que yo beba este trago amargo, hágase tu voluntad». Cuando volvió, otra vez los encontró dormidos, porque se les cerraban los ojos de sueño. Así que los dejó y se retiró a orar por tercera vez, diciendo lo mismo. Volvió de nuevo a los discípulos y les dijo: «¿Seguís durmiendo y descansando? Mirad, se acerca la hora, y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores. ¡Levantaos! ¡Vámonos! ¡Ahí viene el que me traiciona!» Todavía estaba hablando Jesús cuando llegó Judas, uno de los doce. Lo acompañaba una gran turba armada con espadas y palos, enviada por los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña: «Al que dé un beso, ese es; arrestadlo». En seguida Judas se acercó a Jesús y lo saludó. ―¡Rabí! —le dijo, y lo besó. ―Amigo —le replicó Jesús—, ¿a qué vienes? Entonces los hombres se acercaron y prendieron a Jesús.

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