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2 REYES 17:1-41

2 REYES 17:1-41 La Palabra (versión española) (BLP)

Oseas comenzó a reinar en Israel el año duodécimo del reinado de Ajab en Judá. Ofendió al Señor, aunque no tanto como los reyes de Israel que lo precedieron. Salmanasar, el rey de Asiria, lo atacó y Oseas se convirtió en vasallo tributario suyo. Sin embargo, el rey de Asiria descubrió que Oseas conspiraba contra él, pues había mandado emisarios a So, el rey de Egipto, y había dejado de enviarle el tributo anual. Por ello, lo arrestó y lo metió en prisión. Luego el rey de Asiria invadió el país, atacó a Samaría y la asedió durante tres años. Finalmente, el año noveno de Oseas, tomó Samaría y deportó a los israelitas a Asiria, estableciéndolos en Jalaj, en las riberas del Jabor, río de Gozán, y en las ciudades de Media. Esto sucedió porque los israelitas habían pecado contra el Señor su Dios, que los sacó del país de Egipto y del poder de su rey, el faraón. Habían adorado a otros dioses, imitando las costumbres de las naciones que el Señor había expulsado ante los israelitas y las costumbres que los reyes de Israel habían introducido. Los israelitas hicieron cosas inadmisibles ante el Señor, su Dios: se hicieron santuarios en los montes de todas sus ciudades, desde las torres de vigía hasta las plazas fuertes y erigieron columnas y postes sagrados en cualquier colina alta y bajo cualquier árbol frondoso, quemando en ellos incienso como las naciones que el Señor había deportado ante ellos y cometiendo maldades que provocaron la indignación del Señor. Sirvieron a los ídolos, aunque el Señor les había prohibido hacer tal cosa. El Señor había advertido a Israel y a Judá, por medio de todos sus profetas y videntes: «Apartaos de vuestro mal camino y guardad mis mandatos y preceptos, de acuerdo con la ley que di a vuestros antepasados y que os transmití por medio de mis siervos, los profetas». Pero ellos no hicieron caso, se obstinaron tanto como sus antepasados que no habían confiado en el Señor su Dios, y despreciaron sus decretos, la alianza que había hecho con sus antepasados y las advertencias que les había hecho. Siguieron al vacío y se quedaron vacíos; siguieron a las naciones de su alrededor, aunque el Señor les había prohibido imitarlas. Abandonaron los mandamientos del Señor, su Dios: se fabricaron dos becerros de metal fundido y una representación de Astarté y adoraron a todas las fuerzas astrales y a Baal. Incluso llegaron a quemar a sus hijos e hijas en sacrificio, practicaron la adivinación y la brujería y se dedicaron a ofender al Señor y a provocar su indignación. Por todo ello el Señor se enfureció contra Israel, los expulsó de su presencia, y solo quedó la tribu de Judá. Pero tampoco Judá guardó los mandamientos del Señor, su Dios, sino que imitó las costumbres introducidas por Israel. El Señor rechazó a toda la estirpe de Israel y la humilló, entregándola en poder de saqueadores, hasta que los expulsó de su presencia. Cuando Israel se separó de la dinastía de David y eligieron rey a Jeroboán, el hijo de Nabat, Jeroboán apartó a Israel de su Señor y le hizo cometer un pecado grave. En efecto, los israelitas imitaron todos los pecados de Jeroboán, sin apartarse de ellos, hasta que el Señor terminó por expulsar a Israel de su presencia, como había anunciado por medio de sus siervos, los profetas, e Israel fue deportado desde su tierra a Asiria, donde permanecen hasta el presente. El rey de Asiria trajo gente de Babilonia, Cutá, Avá, Jamat y Sefarváin y la estableció en las ciudades de Samaría, en lugar de los israelitas. Esa gente tomó posesión de Samaría y se instaló en sus ciudades. Pero, como al comienzo de su instalación no respetaron al Señor, el Señor les envió leones que los devoraban. Así que dijeron al rey de Asiria: —Las gentes que has deportado y establecido en las ciudades de Samaría no conocen la religión del dios del país. El rey de Asiria reaccionó dando esta orden: —Llevad allí a alguno de los sacerdotes que habéis traído deportados; que vaya a vivir con ellos y les enseñe la religión del dios de aquel país. Así pues, uno de los sacerdotes deportados de Samaría vino a vivir a Betel, donde les estuvo enseñando a respetar al Señor. Pero cada pueblo se hacía sus propios dioses en las ciudades donde cada uno vivía y los colocaba en los santuarios de los altos que habían construido los samaritanos. Así, los procedentes de Babilonia hicieron una imagen de Sucot Benot; los de Cutá, una imagen de Nergal; los de Jamat, una de Asimat; los de Avá hicieron imágenes de Niblat y de Tartac; y los procedentes de Sefarváin quemaban a sus hijos en sacrificio a sus dioses, Adramélec y Anarmélec. También veneraban al Señor y nombraron sacerdotes a gentes de entre ellos para que prestaran servicio en los santuarios de los altos. Así que, por un lado, veneraban al Señor y, por otro, daban culto a otros dioses, según la religión de la nación de donde habían sido deportados. Y todavía hoy siguen portándose según sus antiguas costumbres: no veneran al Señor ni proceden según sus decretos y normas, ni según la ley y los mandamientos que el Señor dio a los hijos de Jacob, a quien puso el nombre de Israel. El Señor había hecho con ellos una alianza diciéndoles: —No veneraréis a otros dioses, ni los adoraréis; no los serviréis ni les ofreceréis sacrificios. Solo veneraréis, adoraréis y ofreceréis sacrificios al Señor que os sacó del país de Egipto con gran demostración de poder. Guardaréis los decretos y normas, la ley y los mandamientos que os ha dado por escrito, para que los cumpláis siempre; no veneraréis a otros dioses. No olvidaréis la alianza que he hecho con vosotros y no veneraréis a otros dioses. Solo veneraréis al Señor, vuestro Dios, y él os librará de todos vuestros enemigos. Pero no hicieron caso y siguieron actuando según sus antiguas costumbres. Estas gentes respetaban al Señor, pero siguieron dando culto a sus ídolos, al igual que sus hijos y nietos, haciendo lo mismo que sus antepasados hasta hoy.

2 REYES 17:1-41 Reina Valera 2020 (RV2020)

En el año duodécimo de Acaz, rey de Judá, Oseas hijo de Ela comenzó a reinar sobre Israel en Samaria. Reinó nueve años, e hizo lo malo ante los ojos del Señor, aunque no como los reyes de Israel que habían sido antes de él. Salmanasar, rey de los asirios, subió contra Oseas, quien fue hecho su siervo y le pagaba tributo. Pero el rey de Asiria descubrió que Oseas conspiraba, pues había enviado embajadores a So, rey de Egipto, y no pagó tributo al rey de Asiria, como lo hacía cada año, por lo que el rey de Asiria lo detuvo y lo encerró en la casa de la cárcel. Luego, el rey de Asiria invadió todo el país y sitió a Samaria, y estuvo sobre ella tres años. En el año nueve de Oseas, el rey de Asiria tomó Samaria y llevó a Israel cautivo a Asiria. Los estableció en Halah, en Habor junto al río Gozán, y en las ciudades de los medos. Esto sucedió porque los hijos de Israel pecaron contra el Señor, su Dios, que los había sacado de la tierra de Egipto, de bajo la mano de Faraón, rey de Egipto. Adoraron a dioses ajenos y anduvieron en los estatutos de las naciones que el Señor había expulsado de delante de ellos, así como en los estatutos que hicieron los reyes de Israel. Los hijos de Israel hicieron secretamente cosas impropias contra el Señor, su Dios: se edificaron lugares altos en todas las ciudades, desde las torres de vigilancia hasta las ciudades fortificadas, y levantaron estatuas e imágenes de Asera en todo collado alto y debajo de todo árbol frondoso. Quemaron incienso en todos los lugares altos, a la manera de las naciones que el Señor había expulsado de su presencia, e hicieron cosas muy malas para provocar a ira al Señor. Servían además a los ídolos, acerca de los cuales el Señor les había dicho: «Vosotros no habéis de hacer tal cosa». El Señor amonestó entonces a Israel y a Judá por medio de todos los profetas y de todos los videntes, que les decían: «Volveos de vuestros malos caminos y cumplid mis mandamientos y mis ordenanzas, conforme a todas las leyes que yo prescribí a vuestros padres y que os he enviado por medio de mis siervos los profetas». Pero ellos no obedecieron, sino que se obstinaron tanto como sus padres, los cuales no creyeron en el Señor, su Dios. Desecharon sus estatutos, el pacto que él había hecho con sus padres y los testimonios que él les había prescrito, pues siguieron la vanidades y se hicieron vanos ellos mismos, por imitar a las naciones que estaban alrededor de ellos, aunque el Señor les había mandado que no obraran como ellas. Dejaron todos los mandamientos del Señor, su Dios; se hicieron imágenes fundidas de dos becerros, y también imágenes de Asera; adoraron a todo el ejército de los cielos y sirvieron a Baal; e incluso llegaron a quemar a sus hijos e hijas en sacrificio, practicaron la adivinación y la hechicería, y se entregaron a hacer lo malo ante los ojos del Señor, con lo que provocaron su ira. Por todo ello, el Señor se enfureció tanto contra Israel, que los quitó de delante de su rostro, y solo quedó la tribu de Judá. Pero ni aun Judá guardó los mandamientos del Señor, su Dios, sino que anduvieron en las costumbres que Israel había establecido. Entonces desechó el Señor a toda la descendencia de Israel, los afligió y los entregó en manos de saqueadores, hasta echarlos de su presencia. Cuando separó a Israel de la casa de David y ellos hicieron rey a Jeroboam hijo de Nabat, Jeroboam apartó a Israel del camino del Señor y les hizo cometer un gran pecado. Los hijos de Israel anduvieron en todos los pecados que cometió Jeroboam y no se apartaron de ellos, hasta que el Señor apartó a Israel de su presencia, como lo había anunciado por medio de todos los profetas, sus siervos. Así Israel fue llevado cautivo de su tierra a Asiria, hasta el día de hoy. El rey de Asiria llevó gente de Babilonia, de Cuta, de Ava, de Hamat y de Sefarvaim, y la puso en las ciudades de Samaria, en lugar de los hijos de Israel. Así ocuparon Samaria y habitaron en sus ciudades. Pero aconteció al principio, cuando comenzaron a habitar allí, que como no temían al Señor, él envió contra ellos leones que los mataban. Entonces dijeron al rey de Asiria: —Las gentes que tú trasladaste y pusiste en las ciudades de Samaria no conocen la ley del Dios de aquella tierra, y él ha enviado contra ellos leones que los matan, porque no conocen la ley del Dios de la tierra. Y el rey de Asiria ordenó: —Llevad allá a alguno de los sacerdotes que trajisteis de ese lugar, que vaya y habite allí y les enseñe la ley del Dios del país. Entonces uno de los sacerdotes que se habían llevado cautivo de Samaria, fue y habitó en Bet-el, y les enseñó cómo habían de temer al Señor. Pero cada nación se hizo sus dioses en la ciudad donde habitaba, y los pusieron en los templos de los lugares altos que habían construido los de Samaria. Los de Babilonia hicieron a Sucot-benot, los de Cuta hicieron a Nergal, y los de Hamat hicieron a Asima. Los aveos hicieron a Nibhaz y a Tartac, y los de Sefarvaim quemaban sus hijos en el fuego para adorar a Adramelec y a Anamelec, dioses de Sefarvaim. Temían además al Señor, e hicieron del bajo pueblo sacerdotes para los lugares altos, los cuales sacrificaban para ellos en los templos de los lugares altos. Aunque temían al Señor, honraban a sus dioses, según la costumbre de las naciones de donde habían sido trasladados. Todavía hoy hacen como antes: no temen al Señor ni guardan sus estatutos ni sus ordenanzas, ni actúan según la ley y los mandamientos que prescribió el Señor a los hijos de Jacob, al cual puso el nombre de Israel. Cuando el Señor hizo un pacto con ellos, les mandó: —No temeréis a otros dioses ni los adoraréis, ni los serviréis, ni les haréis sacrificios. Solo al Señor, que os sacó de tierra de Egipto con gran poder y brazo extendido, a él temeréis, a él adoraréis y a él haréis sacrificio. Los estatutos, derechos, ley y mandamientos que os dio por escrito cuidaréis siempre de ponerlos por obra, y no temeréis a dioses ajenos. No olvidaréis el pacto que hice con vosotros ni temeréis a dioses ajenos, sino temed al Señor, vuestro Dios, y él os librará de manos de todos vuestros enemigos. Pero ellos no escucharon, sino que hicieron según su costumbre antigua. Así, aquellas gentes adoraron al Señor y al mismo tiempo sirvieron a sus ídolos. Hasta el día de hoy sus hijos y sus nietos hacen lo mismo que hicieron sus padres.

2 REYES 17:1-41 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

En el año doce del reinado de Ahaz, rey de Judá, Oseas, hijo de Elá, comenzó a reinar sobre Israel, y reinó nueve años en Samaria. Pero sus hechos fueron malos a los ojos del Señor, aunque no tanto como los de los reyes que hubo antes de él en Israel. Salmanasar, rey de Asiria, atacó a Oseas, y este fue hecho siervo y tributario suyo. Pero descubrió Salmanasar que Oseas estaba conspirando contra él y que había enviado unos agentes a So, rey de Egipto; además, ya no le pagaba el tributo anual. Ordenó entonces Salmanasar que arrestaran a Oseas y lo pusieran en prisión; luego invadió el país entero y sitió a Samaria, manteniendo el sitio durante tres años. Finalmente, en el año nueve del reinado de Oseas, el rey de Asiria tomó Samaria, y a los israelitas los llevó cautivos a Asiria y los estableció en Halah, en la región del Habor, río de Gozán, y en las ciudades de los medos. Esto sucedió porque los israelitas habían pecado contra el Señor su Dios, que los hizo salir de Egipto y los libró del dominio del faraón, rey de Egipto, pues adoraron a otros dioses y siguieron las prácticas de las naciones que el Señor había arrojado de la presencia de ellos, así como las establecidas por los reyes de Israel. Además, los israelitas pronunciaron palabras impropias contra el Señor su Dios y construyeron santuarios paganos en todas sus ciudades, lo mismo en las torres de vigilancia que en las ciudades fortificadas. También levantaron piedras sagradas y representaciones de Asera en cada colina y bajo todo árbol frondoso, y, conforme a las prácticas de las naciones que el Señor había desterrado de la presencia de ellos, quemaron incienso y cometieron acciones malvadas, provocando así la ira del Señor. Adoraron ídolos, cosa que el Señor les había prohibido expresamente. Por medio de todos los profetas y videntes, ya el Señor había advertido a los israelitas que se convirtieran de sus malos caminos y que cumplieran los mandamientos y leyes de toda la enseñanza que él había dado a sus antepasados por medio de sus siervos los profetas. Pero ellos no hicieron caso, sino que fueron tan tercos como sus antepasados, los cuales no confiaron en el Señor su Dios, y despreciaron sus leyes, y el pacto que había hecho con sus antepasados, y los mandatos que les había dado. Además siguieron a dioses que nada valían, con lo que también ellos perdieron su valor, e imitaron a las naciones que había a su alrededor, cosa que el Señor les había prohibido. Dejaron todos los mandamientos del Señor su Dios y se hicieron dos becerros de bronce fundido y una representación de Asera, y además adoraron a todos los astros del cielo y a Baal. También hicieron quemar a sus hijos e hijas, practicaron la adivinación y los augurios y se entregaron a hacer lo malo ante los ojos del Señor, provocando así su ira. Por lo tanto, el Señor se enfureció contra Israel y lo arrojó de su presencia, y no dejó más que a la tribu de Judá. Pero tampoco Judá cumplió los mandamientos del Señor su Dios, sino que siguió las prácticas que los de Israel habían establecido. Entonces el Señor rechazó a todos los descendientes de los israelitas, y los humilló entregándolos en manos de salteadores hasta arrojarlos de su presencia. Separó de la dinastía de David a Israel, y los de Israel hicieron rey a Jeroboam, hijo de Nabat, quien hizo que los israelitas se apartaran del Señor y pecaran gravemente. Así los de Israel cometieron los mismos pecados que había cometido Jeroboam, y no los abandonaron. Finalmente, el Señor apartó de su presencia a Israel, como lo había anunciado por medio de todos los profetas, sus siervos, y así los de Israel fueron llevados cautivos a Asiria, donde siguen hasta el día de hoy. El rey de Asiria llevó gente de Babilonia, Cuta, Avá, Hamat y Sefarvaim, y la estableció en las ciudades de Samaria, en lugar de los israelitas. Así tomaron posesión de Samaria y vivieron en sus ciudades. Pero como esta gente no rendía culto al Señor, cuando comenzaron a establecerse les mandó el Señor leones que mataron a algunos de ellos. Fueron entonces a decirle al rey de Asiria: “La gente que has llevado a las ciudades de Samaria para que se establezca allí, no conoce la religión del dios de ese país y, por no conocerla, él les ha mandado leones que los están matando.” Así pues, el rey de Asiria ordenó: “Enviad a alguno de los sacerdotes que trajisteis cautivos, para que vaya a vivir allí y les enseñe la religión del dios del país.” Entonces uno de los sacerdotes que ellos habían desterrado de Samaria fue y se estableció en Betel, y les enseñó a rendir culto al Señor. Pero cada nación se hizo su propio dios en la ciudad donde habitaba, y lo puso en los santuarios de los lugares altos que habían construido los samaritanos. Los de Babilonia hicieron una representación de Sucot-benot; los de Cuta, una de Nergal, y los de Hamat, una de Asimá. Los de Avá hicieron un Nibhaz y un Tartac, y los de Sefarvaim quemaban a sus hijos en el fuego como sacrificio a Adramélec y a Anamélec, sus dioses. Además rendían culto al Señor, pero nombraron sacerdotes de entre ellos mismos para que prestaran servicio en los santuarios paganos. Así que, aunque rendían culto al Señor, seguían adorando a sus propios dioses, según la costumbre de las naciones de donde habían sido desterrados. Todavía hoy hacen lo mismo que antes hacían, pues no rinden culto al Señor ni actúan de acuerdo con sus leyes y decretos, ni según la enseñanza y los mandamientos que el Señor ordenó cumplir a los descendientes de Jacob, a quien dio el nombre de Israel. Cuando el Señor hizo un pacto con ellos, les ordenó: “No rindáis culto a otros dioses, ni los adoréis ni les sirváis ofreciéndoles sacrificios. Rendidme culto a mí, el Señor vuestro Dios que os sacó de Egipto con gran despliegue de poder. Sólo a mí debéis rendirme culto, adorarme y ofrecerme sacrificios. Además, cumplid fielmente las leyes y decretos, y la enseñanza y mandamientos que os he dado por escrito, y no rindáis culto a otros dioses. No olvidéis el pacto que he hecho con vosotros ni rindáis culto a otros dioses, sino solo a mí, el Señor vuestro Dios, y yo os libraré del dominio de vuestros enemigos.” Sin embargo, aquellas naciones no hicieron caso, sino que siguieron con sus prácticas anteriores; y, a la vez que rendían culto al Señor, también seguían adorando a sus ídolos. Y sus descendientes hicieron lo mismo que sus antepasados, y hasta el día de hoy lo hacen así.

2 REYES 17:1-41 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

En el año duodécimo del reinado de Acaz, rey de Judá, Oseas hijo de Elá ascendió al trono de Israel, y reinó en Samaria nueve años. Hizo lo que ofende al SEÑOR, aunque no tanto como los reyes de Israel que le habían precedido. Salmanasar, rey de Asiria, atacó a Oseas, lo hizo su vasallo y le impuso tributo. Más tarde, el rey de Asiria descubrió que Oseas lo traicionaba, pues este había enviado emisarios a So, rey de Egipto, y además había dejado de pagarle el tributo anual. Por eso el rey de Asiria mandó arrestarlo y lo metió en la cárcel. Después invadió el país entero, marchó contra Samaria y sitió la ciudad durante tres años. En el año noveno del reinado de Oseas, el rey de Asiria, después de conquistar Samaria, deportó a los israelitas a Asiria y los instaló en Jalaj, en Gozán (que está junto al río Jabor) y en las ciudades de los medos. Todo esto sucedió porque los israelitas habían pecado contra el SEÑOR su Dios, que los había sacado de Egipto, librándolos del poder del faraón, rey de Egipto. Adoraron a otros dioses y siguieron las costumbres de las naciones que el SEÑOR había expulsado delante de ellos, como también las prácticas que introdujeron los reyes de Israel. Además blasfemaron contra el SEÑOR su Dios, y dondequiera que habitaban se construían altares paganos. Desde las torres de vigilancia hasta las ciudades fortificadas, y en cada colina y bajo todo árbol frondoso, erigieron piedras sagradas e imágenes de la diosa Aserá; y en todos los altares paganos quemaron incienso, siguiendo el ejemplo de las naciones que el SEÑOR había desterrado delante de ellos. Fueron tantas las maldades que cometieron que provocaron la ira del SEÑOR. Rindieron culto a los ídolos, aunque el SEÑOR se lo había prohibido categóricamente. Por eso el SEÑOR les dio esta advertencia a Israel y a Judá por medio de todos los profetas y videntes: «¡Volveos de vuestros malos caminos! Cumplid mis mandamientos y decretos, y obedeced todas las leyes que ordené a vuestros antepasados, y que os di a conocer a vosotros por medio de mis siervos los profetas». Con todo, no hicieron caso, sino que fueron tan tercos como lo habían sido sus antepasados, que no confiaron en el SEÑOR su Dios. Rechazaron los decretos y las advertencias del SEÑOR y el pacto que él había hecho con sus antepasados. Se fueron tras ídolos inútiles, de modo que se volvieron inútiles ellos mismos; y, aunque el SEÑOR lo había prohibido, siguieron las costumbres de las naciones vecinas. Abandonaron todos los mandamientos del SEÑOR su Dios, y se hicieron dos ídolos fundidos en forma de becerro y una imagen de la diosa Aserá. Se postraron ante todos los astros del cielo y adoraron a Baal; sacrificaron en el fuego a sus hijos e hijas; practicaron la adivinación y la hechicería; en fin, se entregaron a hacer lo que ofende al SEÑOR, provocando así su ira. Por lo tanto, el SEÑOR se enojó mucho contra Israel y lo arrojó de su presencia. Solo quedó la tribu de Judá. Pero aun Judá dejó de cumplir los mandatos del SEÑOR su Dios y siguió las costumbres que introdujo Israel. Por eso el SEÑOR rechazó a todos los israelitas: los afligió y los entregó en manos de invasores, y acabó por arrojarlos de su presencia. Cuando él arrancó de la familia de David a los israelitas, estos hicieron rey a Jeroboán hijo de Nabat. Jeroboán, por su parte, los alejó del camino del SEÑOR y los hizo cometer un gran pecado. De hecho, los israelitas imitaron todos los pecados de Jeroboán y no se apartaron de ellos. Finalmente, el SEÑOR arrojó a Israel de su presencia, tal como lo había anunciado por medio de sus siervos los profetas. Así pues, fueron desterrados y llevados cautivos a Asiria, donde hasta el día de hoy se han quedado. Para reemplazar a los israelitas en los poblados de Samaria, el rey de Asiria trajo gente de Babilonia, Cuta, Ava, Jamat y Sefarvayin. Estos tomaron posesión de Samaria y habitaron en sus poblados. Al principio, cuando se establecieron, no adoraban al SEÑOR, de modo que el SEÑOR les envió leones que causaron estragos en la población. Entonces le dieron este informe al rey de Asiria: «La gente que deportaste y estableciste en los poblados de Samaria no sabe lo que requiere el dios de ese país. Por esta razón, él les ha enviado leones, para que los maten». El rey de Asiria dio esta orden: «Haced que regrese a vivir en Samaria uno de los sacerdotes que vosotros capturasteis allí, y que le enseñe a la población lo que requiere el dios de ese país». Así que uno de los sacerdotes que habían sido deportados de Samaria fue a vivir a Betel y comenzó a enseñarles cómo adorar al SEÑOR. Sin embargo, todos esos pueblos se fabricaron sus propios dioses en las ciudades donde vivían, y los colocaron en los altares paganos que habían construido los samaritanos. Los de Babilonia hicieron a Sucot Benot; los de Cuta, a Nergal; los de Jamat, a Asimá, y los de Ava, a Nibjaz y a Tartac. Los de Sefarvayin quemaban a sus hijos como sacrificio a Adramélec y a Anamélec, dioses de Sefarvayin; adoraban también al SEÑOR, pero de entre ellos mismos nombraron sacerdotes a toda clase de gente para que oficiaran en los altares paganos. Aunque adoraban al SEÑOR, servían también a sus propios dioses, según las costumbres de las naciones de donde habían sido deportados. Hasta el día de hoy persisten en sus antiguas costumbres. No adoran al SEÑOR ni actúan según sus decretos y sus normas, ni según la ley y el mandamiento que el SEÑOR ordenó a los descendientes de Jacob, a quien le dio el nombre de Israel. Cuando el SEÑOR hizo un pacto con los israelitas, les ordenó: «No adoréis a otros dioses ni os inclinéis delante de ellos; no les sirváis ni les ofrezcáis sacrificios. Adorad solo al SEÑOR, que os sacó de Egipto con gran despliegue de fuerza y poder. Es a él a quien debéis adorar y ofrecerle sacrificios. Tened cuidado de cumplir siempre los decretos y ordenanzas, leyes y mandamientos que él os dio por escrito. No adoréis a otros dioses. No olvidéis el pacto que él ha hecho con vosotros. Por tanto, no adoréis a otros dioses, sino solo al SEÑOR vuestro Dios. Y él os librará del poder de vuestros enemigos». Sin embargo, no hicieron caso, sino que persistieron en sus antiguas costumbres. Aquellos pueblos adoraban al SEÑOR, y al mismo tiempo servían a sus propios ídolos. Hasta el día de hoy, sus hijos y sus descendientes siguen actuando como sus antepasados.