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JOB 14:1-22

JOB 14:1-22 DHHE

El hombre, nacido de mujer, tiene una vida corta y llena de zozobras. Es como una flor que se abre y luego se marchita; pasa y desaparece como una sombra. ¿Y en este hombre has puesto los ojos y contra él quieres entablar juicio? Nadie puede sacar pureza de la impureza. Si tú eres quien determina cuánto ha de vivir el hombre, y le pones un límite que no puede pasar, aparta de él tus ojos y déjalo en paz; ¡déjale disfrutar de su vida de asalariado! Cuando se corta un árbol, queda aún la esperanza de que retoñe y de que jamás le falten renuevos. Aunque ya esté vieja la raíz y el tronco se esté pudriendo en el suelo, al sentir la frescura del agua, reverdecerá; echará ramas como una planta tierna. En cambio, el hombre muere sin remedio, y al morir, ¿a dónde va? El agua del mar podrá evaporarse y los ríos quedarse secos; pero mientras el cielo exista, el hombre no se levantará de su tumba, no despertará de su sueño. ¡Ojalá me escondieras en el reino de la muerte mientras pasa tu ira, y fijaras un plazo para acordarte de mí! Si un hombre muere, ¿volverá a vivir? Yo esperaría todo el tiempo que durase mi servicio, hasta que viniera el alivio de mis penas. Tú me llamarías y yo te respondería; me mirarías con afecto, pues eres mi creador. Si ahora vigilas cada uno de mis pasos, entonces no te fijarías en mis pecados; echarías mis faltas en el olvido y me limpiarías de mis delitos. Aun las montañas acaban por derrumbarse y los peñascos por cambiar de sitio. Como el agua desgasta la piedra y las lluvias arrastran el polvo del suelo, así destruyes tú la esperanza del hombre. Lo derrotas para siempre, le echas de su tierra, y él se va desfigurado. Si sus hijos alcanzan honores, no se entera; si caen en desgracia, no lo advierte; tan solo siente los dolores de su propio cuerpo, el sufrimiento de su propio ser.

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