JEREMÍAS 10:1-22
JEREMÍAS 10:1-22 DHHE
Escucha, pueblo de Israel, este mensaje que el Señor te dirige. El Señor dice: “No sigáis el ejemplo de otras naciones ni os dejéis asustar por las señales del cielo, como esas naciones lo hacen. La religión de esos pueblos no vale nada. Cortan un tronco en el bosque, un escultor lo labra con su cincel, luego lo adornan con plata y oro, y lo aseguran con clavos y martillo para que no se caiga. Los ídolos parecen espantapájaros en un campo sembrado de melones; no pueden hablar, y hay que cargar con ellos, porque no caminan. No tengáis miedo de ellos, que a nadie hacen mal ni bien.” Señor, no hay nadie como tú: tú eres grande, tu nombre es grande y poderoso. ¿Quién no te teme, rey de las naciones? Tú mereces ser temido. Entre todos los sabios y reyes del mundo, no hay nadie como tú. Todos ellos son necios, no tienen inteligencia. ¡Nada puede enseñarles un pedazo de madera! Sus ídolos son tan sólo plata traída de Tarsis y oro traído de Ufaz; objetos hechos por escultores y orfebres, y vestidos con telas moradas y rojas, todos ellos fabricados por hábiles artistas. El Señor es el Dios verdadero, el Dios viviente, el Rey eterno. Cuando se enoja, tiembla la tierra; las naciones no pueden resistir su ira. (Vosotros, israelitas, decid a los paganos: “Los dioses que no hicieron ni el cielo ni la tierra desaparecerán de la tierra. Ni uno siquiera de ellos quedará debajo del cielo.”) El Señor, con su poder, hizo la tierra; con su sabiduría afirmó el mundo; con su inteligencia extendió el cielo. Con voz de trueno hace rugir el agua en el cielo, hace subir las nubes desde el extremo de la tierra, hace brillar los relámpagos en medio de la lluvia y saca el viento de donde lo tiene guardado. Necio e ignorante es todo hombre. Los ídolos defraudan al que los fabrica: son imágenes engañosas y sin vida; son objetos sin valor, ridículos, que el Señor, en el juicio, destruirá. ¡Qué diferente es el Dios de Jacob, creador de todo lo que existe! Él escogió a Israel como su propiedad. El Señor todopoderoso: ése es su nombre. –Y tú, nación en estado de sitio, recoge tus cosas. Porque el Señor dice: ‘Esta vez voy a lanzar lejos a los habitantes de este país. Voy a ponerlos en aprietos, a ver si así me encuentran.’ –¡Ay de mí, que estoy en ruinas! ¡Mis heridas no tienen curación! ¡Y yo que pensé que podría soportar este dolor! Mi campamento está destruido, todas las cuerdas están rotas. Mis hijos me han abandonado, ¡ya no existen! Ya no hay quien vuelva a plantar mis tiendas, quien vuelva a extender sus lonas. –Los jefes de este pueblo son necios; no buscan al Señor. Por eso han fracasado y todo su rebaño está disperso. ¡Atención! ¡Llega una noticia! De un país del norte viene un gran estruendo que va a convertir las ciudades de Judá en un desierto donde solo vivan los chacales.