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ISAÍAS 65:3-25

ISAÍAS 65:3-25 DHHE

un pueblo que en mi propia cara me ofendía continuamente, que ofrecía en los jardines sacrificios a los dioses y quemaba incienso en altares de ladrillo, que se sentaba entre los sepulcros y pasaba las noches en lugares escondidos, que comía carne de cerdo y llenaba sus ollas de caldos impuros. Dicen: ‘Quédate ahí, no me toques; soy demasiado sagrado para que me toques.’ Esa gente es como un fuego que arde todo el día, y me molesta como el humo en la nariz. Pero todo esto está escrito delante de mí y no voy a quedarme cruzado de brazos; voy a darles su merecido, tanto por sus crímenes como por los de sus padres. Ellos quemaban incienso sobre los montes y me ofendían en las colinas. Haré primero la cuenta y les daré su merecido.” El Señor lo ha dicho. El Señor dice: “Cuando las uvas tienen mucho zumo la gente no las desperdicia, porque puede sacar mucho vino. Así haré yo también por amor a mis siervos: no destruiré a toda la nación. Haré que Jacob tenga descendientes y que haya gente en Judá que viva en mis montañas. Mis elegidos poseerán la tierra; mis servidores vivirán allí. El valle de Sarón se llenará de rebaños y en el valle de Acor pastará el ganado del pueblo que me busca. Pero a vosotros, que os apartáis del Señor y os olvidáis de mi monte santo, que ofrecéis comida y vino a Gad y Mení, dioses de la fortuna, mala fortuna os espera: os haré morir a filo de espada. Porque yo os llamé y no respondisteis; os hablé y no me escuchasteis; hicisteis lo que no apruebo y escogisteis lo que me disgusta.” Por eso, el Señor dice: “Mis servidores tendrán comida, pero vosotros padeceréis hambre; tendrán bebida, pero vosotros padeceréis sed; se alegrarán, pero vosotros quedaréis en ridículo; cantarán de alegría por el gozo de su corazón, pero vosotros gritaréis y lloraréis por aflicción y tristeza. Mis elegidos usarán vuestro nombre para maldecir y desear la muerte a otros, pero a mis siervos los cambiaré de nombre. Cualquiera que en el país pida una bendición, la pedirá al Dios fiel; cualquiera que en el país haga un juramento, jurará por el Dios fiel. Las aflicciones anteriores han quedado olvidadas, han desaparecido de mi vista. “Mirad, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. Lo pasado quedará olvidado; nadie volverá a recordarlo. Llenaos de gozo y alegría para siempre por lo que voy a crear, porque voy a crear una Jerusalén feliz y un pueblo contento que viva en ella. Yo mismo me alegraré por Jerusalén y sentiré gozo por mi pueblo. En ella no se volverá a oir llanto ni gritos de angustia. Allí no habrá niños que mueran a los pocos días, ni ancianos que no completen su vida. Morir a los cien años será morir joven, y no llegar a los cien años será una maldición. La gente construirá casas y vivirá en ellas, plantará viñas y comerá sus uvas. No sucederá que uno construya y otro viva en la casa, o que uno plante y otro se coma el fruto. Mi pueblo tendrá una vida larga, como la de un árbol; mis elegidos disfrutarán del trabajo de sus manos. No trabajarán en vano ni tendrán hijos que mueran antes de tiempo, porque son descendientes de los que el Señor ha bendecido; y lo mismo será con los que de ellos desciendan. Antes que me llamen, les responderé; antes que acaben de hablar, los escucharé. El lobo y el cordero pacerán juntos, el león comerá hierba, como el buey, y la serpiente se alimentará de tierra. En todo mi monte santo no habrá quien haga ningún daño.” El Señor lo ha dicho.