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HEBREOS 11:1-16

HEBREOS 11:1-16 DHHE

Tener fe es tener la plena seguridad de recibir aquello que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos. Nuestros antepasados fueron aprobados por Dios porque tuvieron fe. Por fe sabemos que Dios formó el universo mediante su palabra, de modo que lo que ahora vemos fue hecho de cosas que no eran visibles. Por fe, Abel ofreció a Dios un sacrificio mejor que el de Caín, y por eso Dios le declaró justo y aceptó sus ofrendas. Así que, aunque Abel está muerto, sigue hablando por medio de su fe. Por fe, Henoc fue llevado en vida para que no muriera, y ya no lo encontraron, porque Dios se lo había llevado. Y la Escritura dice que, antes de ser llevado, Henoc había agradado a Dios. Pero no es posible agradar a Dios sin tener fe, porque para acercarse a Dios es necesario creer que existe y que recompensa a quienes le buscan. Por fe, Noé, cuando Dios le advirtió que iban a suceder cosas que todavía no eran visibles, obedeció, y construyó la barca para salvar a su familia. Y por esa misma fe, Noé condenó a la gente del mundo y alcanzó la salvación que se obtiene por la fe. Por fe, Abraham, cuando Dios lo llamó, obedeció y salió para ir al lugar que le iba a dar como herencia. Salió de su tierra sin saber a dónde iba, y por la fe que tenía vivió como extranjero en la tierra que Dios le había prometido. Vivió en tiendas de campaña, lo mismo que Isaac y Jacob, que también recibieron esa promesa. Abraham esperaba aquella ciudad que tiene cimientos firmes, de la cual Dios es arquitecto y constructor. También por fe, Abraham recibió fuerzas para ser padre, porque creyó que Dios cumpliría sin falta su promesa, a pesar de que Sara no podía tener hijos y él ya era demasiado viejo. Así que Abraham, aunque próximo el fin de sus días, tuvo descendientes tan numerosos como las estrellas del cielo y como la arena de la orilla del mar, que no se puede contar. Todas estas personas murieron sin haber recibido las cosas que Dios había prometido; pero como tenían fe, las vieron de lejos y las saludaron reconociéndose a sí mismos extranjeros de paso por este mundo. Y los que así hablan, claramente dan a entender que todavía andan en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en la tierra de donde salieron, bien podrían haber regresado a ella; pero deseaban una patria mejor, es decir, la patria celestial. Por eso, Dios no se avergüenza de que le llamen el Dios de ellos, pues les tiene preparada una ciudad.