GÉNESIS 19:6-38
GÉNESIS 19:6-38 DHHE
Entonces Lot salió a hablarles, y cerrando bien la puerta detrás de él les dijo: –Por favor, amigos míos, no vayáis a hacer una cosa tan perversa. Yo tengo dos hijas que todavía no han estado con ningún hombre; voy a sacarlas para que hagáis con ellas lo que queráis, pero no les hagáis nada a estos hombres, porque son mis invitados. Pero ellos le contestaron: –¡Hazte a un lado! Solo faltaba que un extranjero como tú quisiera mandar sobre nosotros. ¡Pues ahora vamos a tratarte peor que a ellos! En seguida comenzaron a maltratar a Lot, y se acercaron a la puerta para echarla abajo; pero los visitantes de Lot alargaron la mano y lo metieron dentro de la casa; luego cerraron la puerta e hicieron que se quedasen ciegos los hombres que estaban fuera. Todos, desde el más joven hasta el más viejo, quedaron ciegos. Y se cansaban de andar buscando la puerta. Entonces los visitantes dijeron a Lot: –¿Tienes más familiares aquí? Toma a tus hijos, hijas y yernos, y todo lo que tengas en esta ciudad; sácalos y llévatelos lejos de aquí, porque vamos a destruir este lugar. Ya son muchas las quejas que el Señor ha tenido contra la gente de esta ciudad, y por eso nos ha enviado a destruirla. Entonces Lot fue a ver a sus yernos, o sea, a los prometidos de sus hijas, y les dijo: –¡Levantaos y marchaos de aquí, porque el Señor va a destruir esta ciudad! Pero sus yernos no tomaron en serio lo que Lot les decía. Como ya estaba amaneciendo, los ángeles dijeron a Lot: –¡De prisa! Levántate y llévate de aquí a tu esposa y a tus dos hijas, si no quieres morir cuando castiguemos a la ciudad. Pero como Lot se retrasaba, los ángeles le tomaron de la mano, porque el Señor tuvo compasión de él. También tomaron a su esposa y a sus hijas, y los sacaron de la ciudad para ponerlos a salvo. Cuando ya estaban fuera de la ciudad, uno de los ángeles dijo: –¡Corre, ponte a salvo! No mires atrás ni te detengas para nada en el valle. Vete a las montañas, si quieres salvar tu vida. Pero Lot les dijo: –¡No, señores míos, por favor! Vosotros me habéis hecho ya muchos favores y habéis sido muy buenos conmigo al salvarme la vida, pero yo no puedo ir a las montañas, porque la destrucción puede alcanzarme en el camino y entonces moriré. Cerca de aquí hay una ciudad pequeña, a la que puedo huir. ¡Dejadme ir allá para salvar mi vida, pues realmente es una ciudad muy pequeña! Entonces uno de ellos dijo: –Te he escuchado, y voy a hacer lo que me has pedido. No destruiré la ciudad de que me has hablado, pero ¡anda!, vete allá de una vez, porque no puedo hacer nada mientras no llegues a ese lugar. Por eso aquella ciudad fue llamada Sóar. Cuando ya había amanecido y Lot había llegado a Sóar, el Señor hizo llover fuego y azufre sobre Sodoma y Gomorra; las destruyó junto con todos los que vivían en ellas, y acabó con todo lo que crecía en aquel valle. Pero la mujer de Lot, que venía siguiéndole, miró atrás, y allí mismo quedó convertida en una estatua de sal. Al día siguiente por la mañana, Abraham fue al lugar donde había estado hablando con el Señor; miró hacia Sodoma y Gomorra, y por todo el valle, y vio que de toda la región subía humo, como si fuera un horno. Así fue como Dios destruyó las ciudades del valle donde Lot vivía; pero, acordándose de Abraham, sacó a Lot del lugar de la destrucción. Después Lot tuvo miedo de quedarse en Sóar, y se fue con sus dos hijas a la región montañosa, donde los tres se quedaron a vivir en una cueva. Un día, la hija mayor dijo a la menor: –Nuestro padre ya es viejo, y no hay en toda esta región ningún hombre que se case con nosotras, como es lo acostumbrado; así que vamos a emborracharle y a acostarnos con él para tener hijos suyos. Aquella misma noche dieron vino a su padre, y la mayor se acostó con él; pero su padre no se dio cuenta ni cuando ella se acostó ni cuando se levantó. Al día siguiente, la mayor dijo a la menor: –Mira, anoche me acosté con nuestro padre, así que esta noche también le emborracharemos, para que tú te acuestes con él; así las dos tendremos hijos suyos. Aquella noche volvieron a dar vino a su padre, y la menor se acostó con él; pero Lot tampoco se dio cuenta ni cuando ella se acostó ni cuando se levantó. Así, las dos hijas de Lot quedaron embarazadas de su padre. La mayor tuvo un hijo, al que llamó Moab, que fue el padre de los actuales moabitas. También la menor tuvo un hijo, al que llamó Ben-amí, que fue el padre de los actuales amonitas.