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EZEQUIEL 27:10-36

EZEQUIEL 27:10-36 DHHE

Hombres de Persia, Lidia y Libia servían de guerreros en tu ejército; te adornaban con sus escudos y sus cascos y te daban esplendor. ‘Gente de Arvad, junto con tu ejército, ocupaba tus murallas en derredor, y en tus torres había hombres de Gamad. Sus escudos colgaban a todo lo largo de tus muros haciéndote aparecer más bella. Era tanta tu riqueza, que Tarsis comerciaba contigo, y a cambio de tus mercancías te daba plata, hierro, estaño y plomo. También Grecia, Tubal y Mésec comerciaban contigo, ofreciéndote en pago esclavos y objetos de bronce. Los de Bet-togarmá te pagaban con caballos de labor y de montar, y con mulas. Gente de Rodas comerciaba contigo. Hacías negocios con numerosos países del mar, que te pagaban con marfil y ébano. Edom hacía comercio contigo gracias a tus muchos productos: a cambio de tus mercancías, te traían piedras de granate, telas teñidas de púrpura, bordados, telas de lino, corales y rubíes. Igualmente comerciaban contigo Judá e Israel, y te pagaban con trigo de Minit, y con pasteles, miel, aceite y bálsamo. Damasco te compraba gran cantidad de productos y de riquezas; te pagaba con vino de Helbón y lana de Sahar. Desde Uzal te traían vino, hierro forjado, canela y caña aromática, a cambio de tus mercancías. Dedán hacía contigo comercio de sillas de montar. Arabia y todos los jefes de Quedar eran clientes tuyos: te pagaban con corderos, carneros y chivos. Comerciantes de Sabá y Raamá eran clientes tuyos, y te pagaban con los mejores perfumes, con piedras preciosas y oro. Contigo hacían negocios Harán, Cané, Edén y los comerciantes de Sabá, de Asiria y de toda Media; te vendían telas finas, mantos de color púrpura, bordados, tapices de varios colores y fuertes cuerdas trenzadas. Las naves de Tarsis venían, una tras otra, trayéndote productos. ‘Eras como una nave en alta mar, toda cargada de riquezas. Tus remeros te llevaron por aguas profundas, pero el viento del este te destrozó en alta mar. Tu riqueza, tus mercancías y tus productos, tus marineros y tus pilotos, tus calafateadores, tus comerciantes, tus guerreros y toda tu tripulación se irán al fondo del mar el día en que te hundas. A los gritos de tus marineros temblarán las olas. Los remeros bajarán de sus barcos; los marineros y todos los pilotos saltarán a tierra. Levantarán la voz y llorarán por ti amargamente. Se echarán polvo en la cabeza y se revolcarán en la ceniza. Por ti se raparán la cabeza, se vestirán de luto y llorarán llenos de amargura. Por ti entonarán un canto fúnebre, en el que dirán con tristeza: ¿Quién podía compararse a Tiro, la ciudad que estaba en el mar? Cuando llegaban del mar tus mercancías, satisfacías a muchas naciones. Con la abundancia de tus riquezas y productos enriquecías a los reyes de la tierra. Ahora estás deshecha por el mar, hundida en el fondo del agua. Tus productos y toda tu tripulación se fueron contigo al fondo. Todos los habitantes de los países del mar están aterrados por causa tuya; sus reyes están espantados, se les ve el miedo en la cara. Los comerciantes de los otros países se quedan asustados al verte. Te has convertido en algo terrible; para siempre has dejado de existir.’ ”