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ÉXODO 14:1-21

ÉXODO 14:1-21 DHHE

El Señor se dirigió a Moisés y le dijo: “Diles a los israelitas que regresen y acampen frente a Pi-hahirot, entre Migdol y el mar, frente a Baal-sefón. Que monten sus campamentos enfrente de este lugar, junto al mar. Así el faraón pensará: ‘Los israelitas no saben a dónde ir. Andan perdidos por el desierto.’ Pero yo voy a hacer que el faraón se ponga terco y los persiga; entonces mostraré mi poder en él y en todo su ejército, y los egipcios sabrán que yo soy el Señor.” Los israelitas lo hicieron así. Mientras tanto, el rey de Egipto recibió aviso de que los israelitas se habían escapado. Entonces el rey y sus funcionarios cambiaron de parecer en cuanto a ellos, y se dijeron: “¿Pero cómo pudimos permitir que los israelitas se fueran y dejaran de trabajar para nosotros?” En seguida el faraón ordenó que prepararan su carro de combate, y se llevó su ejército. Tomó seiscientos de los mejores carros, además de todos los carros de Egipto, que llevaban cada uno un oficial. El Señor hizo que el faraón se pusiera terco y persiguiera a los israelitas, aun cuando ellos habían salido ya con gran poder. Los egipcios, con todo su ejército, con carros y caballería, salieron a perseguir a los israelitas, y los alcanzaron a la orilla del mar, junto a Pi-hahirot y frente a Baal-sefón, donde estaban acampados. Cuando los israelitas se dieron cuenta de que el faraón y los egipcios se acercaban, se llenaron de espanto y pidieron ayuda al Señor. Y a Moisés le dijeron: –¿Acaso no había sepulcros en Egipto, que nos sacaste de allá para hacernos morir en el desierto? ¿Por qué nos has hecho esto? ¿Por qué nos sacaste de Egipto? Esto es precisamente lo que te decíamos en Egipto: ‘Déjanos trabajar para los egipcios. ¡Más nos vale ser sus esclavos que morir en el desierto!’ Pero Moisés les contestó: –No tengáis miedo. Manteneos firmes y fijaos en lo que el Señor va a hacer hoy para salvaros, porque nunca más volveréis a ver a los egipcios que hoy veis. No os preocupéis, que el Señor va a pelear por vosotros. Entonces el Señor dijo a Moisés: –¿Por qué me pides ayuda? ¡Ordena a los israelitas que sigan adelante! Y tú, levanta tu bastón, extiende tu brazo y parte el mar en dos, para que los israelitas lo crucen en seco. Yo voy a hacer que los egipcios se pongan tercos y los persigan; entonces mostraré mi poder en el faraón y en todo su ejército, y en sus carros y caballería. Cuando haya mostrado mi poder en el faraón, y en sus carros y caballería, los egipcios sabrán que yo soy el Señor. En aquel momento el ángel de Dios y la columna de nube, que marchaban al frente de los israelitas, cambiaron de lugar y se pusieron detrás de ellos. Así la columna de nube quedó entre el ejército egipcio y los israelitas; para los egipcios era una nube oscura, pero a los israelitas los alumbraba. Por eso los egipcios no pudieron alcanzar a los israelitas en toda la noche. Moisés extendió su brazo sobre el mar, y el Señor envió un fuerte viento del este que sopló durante toda la noche y partió el mar en dos. Así el Señor convirtió el mar en tierra seca

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