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2 SAN PEDRO 3:1-14

2 SAN PEDRO 3:1-14 DHHE

Esta es, queridos hermanos, la segunda carta que os escribo. En las dos, con mis consejos, he tratado de haceros pensar rectamente. Acordaos de lo que en otro tiempo dijeron los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador, que los apóstoles os enseñaron. Sobre todo tened esto presente: que en los días últimos vendrá gente que vivirá de acuerdo con sus propios malos deseos y que, en son de burla, preguntará: “¿Qué pasó con aquella promesa de que Cristo iba a regresar? Ya murieron nuestros padres, y todo sigue igual desde la creación del mundo.” Esa gente no quiere darse cuenta de que el cielo ya existía desde tiempos antiguos, y de que por mandato de Dios la tierra surgió del agua y por medio del agua. También por el agua del diluvio fue destruido el mundo de entonces. Pero los cielos y la tierra que ahora existen están reservados para el fuego por el mismo mandato de Dios. Ese fuego los quemará en el día del juicio y de la perdición de los malos. Además, queridos hermanos, no olvidéis que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. No es que el Señor se demore en cumplir su promesa, como algunos suponen. Lo que sucede es que tiene paciencia con vosotros, pues no quiere que nadie muera, sino que todos se vuelvan a Dios. Pero el día del Señor vendrá como un ladrón. Entonces los cielos se desharán con un ruido espantoso, los elementos serán destruidos por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, quedará sometida al juicio de Dios. Puesto que todo va a ser destruido de esa manera, ¡con cuánta santidad y devoción debéis vivir! Esperad la llegada del día de Dios, y haced lo posible por apresurarla. Ese día los cielos serán destruidos por el fuego, y los elementos se derretirán entre las llamas; pero nosotros esperamos el cielo nuevo y la tierra nueva que Dios ha prometido, en los que todo será justo y bueno. Por eso, queridos hermanos, mientras esperáis estas cosas, haced todo lo posible para que Dios os encuentre en paz, sin mancha ni culpa.