2 REYES 4:18-37
2 REYES 4:18-37 DHHE
Y el niño creció, pero un día en que salió a ver a su padre, que estaba con los segadores, comenzó a gritarle: –¡Ay, mi cabeza! ¡Me duele la cabeza! Entonces su padre dijo a un criado: –Llévalo con su madre. El criado lo tomó y lo llevó a donde estaba su madre, que lo sentó sobre sus rodillas hasta el mediodía. Entonces el niño murió. Pero ella lo subió al cuarto del profeta, lo puso sobre la cama y salió, dejando cerrada la puerta. Luego llamó a su marido y le dijo: –Envíame un criado con una asna, para que yo vaya a ver al profeta. Luego volveré. –¿Por qué vas a verle hoy? –preguntó su marido–. No es luna nueva ni sábado. –No te preocupes –contestó ella. Ordenó que le aparejaran el asna y dijo a su criado: –Vamos, adelántate. Y hasta que yo te lo diga, no hagas que me detenga. Así ella se fue y llegó al monte Carmelo, donde estaba el profeta. Cuando Eliseo la vio venir a lo lejos, dijo a Guehazí, su criado: –Mira, es la señora sunamita. Corre a recibirla y pregúntale cómo está, y cómo están su marido y su hijo. El criado fue, y ella le dijo que estaban bien. Luego llegó al monte en donde se encontraba Eliseo y se abrazó a sus pies. Guehazí se acercó para apartarla, pero Eliseo le ordenó: –Déjala, porque está muy angustiada; pero hasta ahora el Señor no me ha dicho qué le ocurre. Entonces ella le dijo: –Señor, ¿acaso te pedí tener un hijo? ¿No te pedí que no me engañaras? Eliseo dijo entonces a Guehazí: –Prepárate, toma mi bastón y ve allá. Si te encuentras con alguien, no lo saludes; y si alguien te saluda, no le respondas. Luego pon mi bastón sobre la cara del niño. Pero la madre del niño dijo a Eliseo: –Juro por el Señor, y por ti mismo, que de aquí no me iré sin ti. Entonces Eliseo se fue con ella. Mientras tanto, Guehazí se había adelantado a ellos y había puesto el bastón sobre la cara del muchacho; pero como este no diera la menor señal de vida, Guehazí salió al encuentro de Eliseo y le dijo: –El niño no vuelve en sí. Cuando Eliseo entró en la casa, el niño ya estaba muerto, tendido sobre la cama. Entonces entró, y cerrando la puerta se puso a orar al Señor. Solamente él y el niño estaban dentro. Luego se subió a la cama y se acostó sobre el niño, poniendo su boca, sus ojos y sus manos sobre los del niño y estrechando contra él su propio cuerpo. El cuerpo del niño empezó a entrar en calor. Eliseo se levantó entonces y anduvo de un lado a otro por la habitación; luego se subió otra vez a la cama y volvió a estrechar su cuerpo contra el del niño. De pronto el muchacho estornudó siete veces y abrió los ojos. Eliseo llamó a Guehazí y le dijo: –Llama a la señora sunamita. Guehazí lo hizo así, y cuando ella llegó a donde estaba Eliseo, este le dijo: –Aquí tienes a tu hijo. La mujer se acercó y se arrojó a los pies de Eliseo; luego tomó a su hijo y salió de la habitación.