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1 SAMUEL 25:23-38

1 SAMUEL 25:23-38 DHHE

En cuanto Abigail vio a David, bajó del asno y se inclinó hasta el suelo en señal de respeto. Luego se echó a sus pies y le dijo: –¡Que la culpa, mi señor, recaiga sobre mí! Yo te ruego que me permitas hablarte y que escuches mis razones. No hagas caso de Nabal, ese hombre grosero, porque él, haciendo honor a su nombre, es realmente un estúpido. Siempre actúa con estupidez. Yo, tu servidora, no vi a los criados que enviaste. Sin embargo, con toda seguridad, el Señor no ha permitido que tú vengas a derramar sangre y a tomarte la justicia por tu mano. ¡Quiera el Señor que todos tus enemigos y todos los que procuran hacerte daño corran la misma suerte que Nabal! Y ahora te ruego que estos regalos que te he traído sean repartidos entre los criados que te acompañan, y que perdones a esta tu servidora. Ciertamente el Señor va a mantenerte en el poder, a ti y a tu dinastía, ya que tú luchas por la causa del Señor; y en toda tu vida no sufrirás ningún mal. Si alguien te persigue e intenta matarte, tu vida estará segura bajo la protección del Señor tu Dios. En cuanto a tus enemigos, el Señor los arrojará como quien arroja piedras con una honda. Así pues, cuando el Señor haga realidad todo lo bueno que ha anunciado respecto a ti, y te nombre jefe de Israel, no tendrás el pesar ni el remordimiento de haber derramado sangre inocente ni de haberte tomado la justicia por tu mano. Y cuando el Señor te dé prosperidad, acuérdate de esta tu servidora. David le respondió: –Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que te envió hoy a mi encuentro, y bendita seas tú por tu buen juicio, porque hoy has evitado que yo llegue a derramar sangre y a tomarme la justicia por mi mano. Pero te juro por el Señor, el Dios de Israel, que ha evitado que yo te haga daño, que si no te hubieras apresurado a venir a mi encuentro, mañana no le quedaría a Nabal ni un solo varón vivo. Luego David recibió de manos de ella lo que le había llevado, y le dijo: –Puedes irte tranquila a tu casa. Como ves, he atendido a tus razones y te he concedido lo que me pediste. Cuando Abigail volvió adonde estaba Nabal, le encontró celebrando en la casa un banquete digno de un rey. Le vio muy contento y completamente borracho, y por eso no le dijo nada hasta el día siguiente. A la mañana siguiente, cuando ya se le había pasado la borrachera a Nabal, Abigail le explicó claramente lo ocurrido, y Nabal sufrió un ataque repentino que le dejó paralizado. Diez días después, el Señor le hirió de nuevo, y Nabal murió.