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1 REYES 1:1-15

1 REYES 1:1-15 DHHE

El rey David era ya anciano, de edad muy avanzada. Aunque le cubrían y arropaban bien, no lograba entrar en calor. Por esto, sus servidores le dijeron: “Debe buscarse para Su Majestad una muchacha soltera que le sirva y le cuide, y que duerma con Su Majestad para que le dé calor.” Buscaron una muchacha hermosa por todo el territorio de Israel, y hallaron una que se llamaba Abisag, del pueblo de Sunem, y la llevaron al rey. Abisag, que era muy hermosa, cuidaba al rey y le servía, pero el rey nunca tuvo relaciones sexuales con ella. Entre tanto, Adonías, hijo de David y de Haguit, se levantó en armas y dijo que él sería rey. Se hizo de carros de combate, y de caballería, y de una guardia personal de cincuenta hombres. Su padre no le había contrariado en toda su vida, ni le había preguntado por qué hacía lo que hacía. Adonías, que había nacido después de Absalón, era muy bien parecido. Había hecho un trato con Joab, el hijo de Seruiá, y con el sacerdote Abiatar, los cuales le apoyaban. Pero ni el sacerdote Sadoc, ni Benaías, hijo de Joiadá, ni el profeta Natán, ni Simí, hombre de confianza del rey, ni los mejores soldados de David estaban a favor de Adonías. Por aquel tiempo, Adonías preparó un banquete junto a la peña de Zohélet, que está cerca del manantial de Roguel. Mató ovejas y toros y los becerros más gordos, e invitó a todos sus hermanos, hijos del rey, y a todos los hombres de Judá que estaban al servicio del rey; pero no invitó al profeta Natán, ni a Benaías, ni a los soldados de David, ni a su hermano Salomón. Entonces habló Natán con Betsabé, la madre de Salomón, y le dijo: –¿No te has enterado de que Adonías, el hijo de Haguit, se ha proclamado rey sin que lo sepa David, nuestro señor? Pues ven, que voy a darte un consejo para que puedas salvar tu vida y la de tu hijo Salomón. Ve, preséntate al rey David y dile: ‘Su Majestad me había jurado que mi hijo Salomón reinaría después de Su Majestad, y que subiría al trono. ¿Por qué, entonces, está reinando Adonías?’ Y mientras tú hablas con el rey, yo entraré y confirmaré tus palabras. Betsabé fue entonces a ver al rey a su habitación. El rey era ya muy anciano, y Abisag la sunamita le atendía.

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