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ECLESIÁSTICO ECLESIÁSTICO

ECLESIÁSTICO
(SIRÁCIDA)
INTRODUCCIÓN
El más largo de los libros sapienciales es el libro llamado Eclesiástico (=Eclo) en la tradición latina. La versión griega le da el título de “Sabiduría de Jesús hijo de Sira”, lo que explica que a veces también se dé a este libro el nombre de “Sirácida”. En su origen, el título “Eclesiástico” probablemente se refería al hecho de que, aunque no pertenecía al grupo de los libros de canonicidad indiscutida (libros protocanónicos o del canon hebreo), se usaba en la iglesia para instrucción de los fieles. Posteriormente se convirtió en el texto por excelencia de instrucción para los nuevos creyentes y, así, en libro de especial uso en la iglesia.
Aunque el nombre del autor del libro no se da de manera uniforme en los manuscritos antiguos, el que aparece como más probable es el de Jesús, quien, según el texto hebreo, era hijo de Eleazar y nieto de Sira, o, según el texto griego, hijo de Sirac (Eclo 50.27). De todas maneras, se ha hecho común el nombre de Ben Sira o Sirácida para designar al autor.
Acerca de este tenemos algunos datos que da el mismo libro (33.16-18; 34.11-12; 39.32; 50.27; 51.13-22) y, sobre todo, los que nos ofrece el prólogo escrito por el traductor griego.
El autor era un judío (de Jerusalén, según el texto griego de 50.27), que había viajado y aprendido mucho, tanto en la escuela de la vida como en el estudio de la sabiduría. Tenía un amor profundo por la ley y el templo, por la historia de su pueblo y por las enseñanzas de sus antepasados. Quiso comunicar a otros el fruto de sus experiencias, estudios y reflexiones, y escribió este libro en hebreo.
Desafortunadamente, el texto hebreo no se ha conservado en su totalidad, aunque se han encontrado importantes fragmentos en El Cairo, en Qumrán y en Masada; pero se observa que el texto no fue transmitido con la fidelidad y exactitud con que lo fueron los libros hebreos protocanónicos. Los fragmentos hebreos conocidos actualmente corresponden a las siguientes partes del texto: 3.6–16.26; 25.8–26.17; 30.11–34.1; 35.9–38.27; 39.15–51.30. De las partes restantes, solo se conservan en hebreo pasajes aislados.
Un nieto del autor hizo en Egipto la traducción griega. De esta traducción sí se conserva el texto completo. Existe también una antigua versión siríaca hecha a partir del hebreo, aunque con influencia del griego en algunos casos. También existen otras traducciones antiguas, de las que la más utilizada fue la latina, hecha a partir del texto griego.
La traducción castellana que se ofrece aquí se basa en lo que se conoce del texto hebreo, de acuerdo con la edición de F. Vattioni, pero se han tenido en cuenta las versiones antiguas, especialmente la griega. Cuando no existe el texto hebreo, se ha utilizado el griego. En las notas se indican algunas de las variantes más importantes.
De los datos suministrados en el prólogo (véase Prólogo del traductor griego nota$ c), se deduce que el traductor llegó a Egipto el año 132 a.C. Se puede suponer que su abuelo escribió la obra unos cincuenta años antes, o sea, hacia el año 180 a.C.
El libro no es un tratado sistemático y ordenado referido a un único tema o al conjunto de las creencias de Israel, sino más bien una serie de reflexiones e instrucciones sobre muchos asuntos más o menos tradicionales en la literatura sapiencial. Los títulos que se insertan en el texto, indican hasta donde es posible el tema más sobresaliente de cada sección.
La enseñanza del Sirácida se sitúa, por una parte, en la tradición de los profetas y sabios de Israel: fe en el único Dios, Creador y Señor del universo y, de manera especial, de Israel, con quien estableció un pacto; aprecio por la sabiduría, por el templo y por el culto; alabanza y acción de gracias a Dios por su amor constante; insistencia en la necesidad de llevar una vida recta y leal delante de Dios, y de cumplir con los deberes respecto del prójimo. Muchas de las reflexiones sobre los temas de la vida diaria (el trabajo, la riqueza y la pobreza, los amigos, la mujer, la educación, la enfermedad, los buenos modales, etc.) amplían los dichos más breves de libros anteriores (Proverbios, Eclesiastés). La enseñanza se da, bien sea mostrando cómo hay que proceder, bien sea criticando la manera en que los hombres actúan de ordinario.
Por otra parte, nos encontramos ya en la época del judaísmo que insiste especialmente en la importancia de la ley, como expresión suma de la voluntad de Dios, y que, en contacto y a veces en lucha abierta con otras culturas, se ve en la necesidad de afirmar su propia identidad.
Algunos textos de este libro, como los que hablan del perdón de las ofensas (28.1-7) y la invocación de Dios como Padre (23.1; 51.10), tienen eco en las enseñanzas de Jesús consignadas en los evangelios.
En el libro pueden distinguirse las siguientes partes principales:
1. Reflexiones sobre diversos temas (1.1–42.14)
2. La gloria de Dios en la naturaleza (42.15–43.33)
3. Elogio de los antepasados del pueblo de Israel (44.1–50.29)
4. Epílogo (51)
Presentación del autor griego
[#Prólogo Este prólogo no es parte del texto original del libro, pero da informaciones interesantes sobre su origen.La ley, los profetas y los demás libros#Prólogo La ley, los profetas y los demás libros: Es la designación que se hizo común en el judaísmo para referirse al conjunto de escritos que llamamos Antiguo Testamento. Cf. también Eclo 39.1; y véase Introducción al NT (4). que fueron escritos después, nos han trasmitido muchas y grandes enseñanzas. Por eso hay que felicitar al pueblo de Israel por su instrucción y sabiduría. Los que leen las Escrituras, no solamente tienen el deber de adquirir ellos mismos muchos conocimientos, sino que deben ser capaces de ayudar, tanto de palabra como por escrito, a quienes no han recibido esta instrucción. Así lo hizo mi abuelo Jesús. En primer lugar se dedicó de lleno a la lectura de la ley y los profetas, y de los demás libros recibidos de nuestros antepasados, y alcanzó un conocimiento muy grande de ellos; y luego él mismo se sintió movido a escribir un libro sobre la instrucción y la sabiduría, para que, practicando sus enseñanzas, las personas deseosas de aprender puedan hacer mayores progresos viviendo de acuerdo con la ley.
Todos, pues, estáis invitados a leer este libro con atención y buena voluntad. Al traducirlo, he puesto todo el empeño posible. Si a pesar de esto os parece que no he acertado en la traducción de algunas frases, debéis disculparme. Porque las cosas dichas en hebreo pierden mucho de su fuerza al ser traducidas a otra lengua. Y esto es cierto no solo en este caso: también en la ley y los profetas, y en los otros libros, no es pequeña la diferencia que se nota cuando se leen en el original.
Llegué a Egipto en el año treinta y ocho del reinado de Evergetes,#Prólogo Todo parece indicar que se trata del rey Tolomeo VIII Evergetes II de Egipto. El año treinta y ocho de su reinado equivale al 132 a.C. y allí me establecí por un tiempo. Y allí encontré un libro#Prólogo No es seguro si se refiere al libro hebreo que tradujo o a otro libro cuya lectura le movió a hacer esta traducción. de grandes enseñanzas, y pensé que era deber mío dedicar esfuerzos y trabajos a traducirlo. Por aquel entonces pasé muchas noches sin dormir, y usé mis conocimientos con el fin de terminar el libro y publicarlo para utilidad de aquellos que, residiendo en el extranjero,#Prólogo La colonia judía residente en Egipto era muy importante. Este prólogo nos indica que ya los otros libros bíblicos, al menos en su mayoría, habían sido traducidos al griego. desean instruirse y están dispuestos a ordenar sus costumbres y vivir de acuerdo con la ley.]

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