OSEAS OSEAS
OSEAS
INTRODUCCIÓN
Oseas fue contemporáneo de Amós, pero comenzó su actividad profética poco después de él y actuó públicamente como profeta durante bastante más tiempo (cf. Os 1.1; Am 1.1). Lo mismo que Amós, Oseas también predicó en Israel, en el reino del norte (cf. Am 7.12), de donde es casi seguro que procedía.
El mensaje de Oseas incluye numerosas alusiones a los acontecimientos históricos y políticos de su tiempo. Algunos detalles de estas alusiones son difíciles de interpretar. Pero, al menos, ponen en evidencia que este profeta ejerció la mayor parte de su actividad cuando el reino del Norte se precipitaba irremediablemente hacia su trágico final (cf. 2$R 17.1-6). En cuanto al comienzo de su misión, se sitúa hacia el año 750 a.C., antes de concluirse el largo y próspero reinado de Jeroaboam$II (783-743 a.C.). No conocemos las circunstancias en que tocó a su fin la actividad y la vida de Oseas, y no hay indicios positivos que nos permitan saber si estuvo presente durante el asedio y la destrucción de Samaria.
El libro de Oseas (=Os) comprende dos grandes partes. Los tres primeros caps. forman un conjunto que se caracteriza por su unidad temática. En ellos destacan, sobre todo, los relatos referidos a algunos episodios de la vida matrimonial de Oseas (caps. 1 y 3). Esta sección contiene además una denuncia profética en forma de proceso judicial, y varios anuncios de salvación.
La segunda parte (caps. 4–14) no responde a un plan tan bien definido como la primera. Los mensajes proféticos incluidos en esta sección son generalmente breves, y se refieren a temas diversos, entre los cuales predominan los relacionados con la perversión religiosa de Israel y con los tumultuosos hechos políticos de aquella época.
Los profetas de Israel realizaban con frecuencia acciones simbólicas para dar mayor fuerza y expresividad a su mensaje (Jer 13.1-11$n.). Sin embargo, ningún profeta encarnó como Oseas, en su propia existencia, la palabra del Señor que él debía anunciar a Israel, ya que fue su propio matrimonio lo que se convirtió en símbolo vivo de su predicación. El drama vivido con Gómer, la esposa adúltera, hizo que Oseas comprendiera en toda su profundidad lo que es el pecado y que, sobre todo, le moviera a proclamar, como nadie lo había hecho antes, la profundidad del amor de Dios: un amor que no se deja vencer por la infidelidad, sino que siempre hace prevalecer la misericordia sobre la ira (cf. 11.8-9). No es de extrañar, por lo tanto, que el rasgo más notable del lenguaje profético de Oseas consista en expresar las relaciones entre Dios e Israel con el lenguaje del amor humano.
La lucha de Oseas contra la idolatría se desarrolló en un contexto bien determinado. Los campesinos de Canaán –y los israelitas, a imitación de ellos–, deseosos de tener buenas cosechas y ganado en abundancia, celebraban ritos en honor de los dioses de la fertilidad. De ese modo intentaban reactivar las fuerzas de la naturaleza que engendran y mantienen la vida. Pero Oseas combatió tales creencias con toda energía. Según él, el encuentro del Señor con Israel no debía realizarse en el mito y el rito, sino que debía tener lugar en la historia. Dios había encontrado a Israel en la historia (cf. 11.1), y era también allí donde el pueblo debía encontrar a Dios, realizando a cada instante gestos de amor y de fidelidad.
Otra de las características de Oseas es la gran estima que él manifiesta por el ministerio profético. Este ministerio se remontaba hasta Moisés, y Oseas define al profeta como el principal instrumento del Señor en su trato con Israel (9.8; 12.10,13; cf. 6.5).
En el terreno de la política, Oseas expresó hasta qué punto la verdadera salvación de Israel no se encontraba en las alianzas políticas con Egipto o Asiria, sino tan sólo en el Señor su Dios. Desde este punto de vista, la predicación de este profeta está emparentada con la de Isaías, que por aquella misma época proclamaba incansablemente el mismo mensaje (cf. Is 30.1-5).
El estilo de Oseas es apasionado y vehemente. Su predicación, más que la de cualquier otro profeta, está determinada por sentimientos muy intensos, como el amor, la ira y la desilusión por la indiferencia y las rebeldías del pueblo frente a las manifestaciones de la misericordia divina. Sus frases, breves y rítmicas, suelen caracterizarse por su extrema concisión, y esto hace que su lenguaje sea a veces oscuro y que no siempre pueda ser traducido con absoluta seguridad.
Oseas denunció vigorosamente los pecados de su pueblo, pero también abrió una puerta a la esperanza (cf. 11.8-11; 14.2-9). Israel fue infiel a su Dios y por eso mereció el castigo. Pero el Señor lo llevará otra vez al desierto (2.14) y lo hará vivir de nuevo en tiendas de campaña (12.9), para que allí se reencuentre con él y vuelva a su antigua fidelidad. Entonces el Señor le dirá: Tú eres mi pueblo, y él responderá: Tú eres mi Dios (2.23).
El siguiente esquema nos ofrece una visión sinóptica del contenido de este libro:
I. Título (1.1)
II. Matrimonio de Oseas (1.2–3.5)
III. Pecados y castigos de Israel (4–13)
IV. Conversión y promesas de salvación (14.1-8)
V. Advertencia final (14.9)
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