HECHOS 5
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El pecado de Ananías y Safira#5.1-11 Este episodio contrasta con el de la generosidad de Bernabé, relatado en el pasaje anterior, y trae a la memoria el caso de Acán (Jos 7), que guardó para sí una parte de lo consagrado a Dios.
1Pero hubo un hombre llamado Ananías, que junto con Safira, su esposa, vendió un terreno. 2Este hombre, de acuerdo con su esposa, se quedó con una parte del dinero y puso la otra parte a disposición de los apóstoles. 3Pedro le dijo:
–Ananías, ¿cómo dejaste que Satanás entrase en tu corazón para que te hiciera mentir al Espíritu Santo quedándote con parte del dinero que te pagaron por el terreno? 4¿Acaso el terreno no era tuyo? Y puesto que lo vendiste, ¿no era tuyo el dinero?#5.4 La venta de la propiedad y la donación habían sido actos voluntarios; el pecado de Ananías y Safira consistía en hacer creer que entregaban todo el dinero de la venta, cuando en realidad entregaban solo una parte. ¿Cómo se te ocurrió hacer eso? No has mentido a los hombres, sino a Dios.
5Al oir esto, Ananías cayó muerto. Y todos los que lo supieron se llenaron de miedo. 6Vinieron entonces unos jóvenes, envolvieron el cuerpo y se lo llevaron a enterrar.
7Como unas tres horas después entró la esposa de Ananías, sin saber lo que había sucedido. 8Pedro le preguntó:
–Dime, ¿vendisteis el terreno en el precio que habéis declarado?
–Sí, en ese precio –contestó ella.
9Pedro le dijo:
–¿Por qué os pusisteis de acuerdo para poner a prueba al Espíritu del Señor? Ahí llegan los que llevaron a enterrar a tu esposo, y ahora van a llevarte también a ti.
10En aquel mismo momento, Safira cayó muerta a los pies de Pedro. Cuando los jóvenes entraron la encontraron muerta, y se la llevaron a enterrar al lado de su esposo. 11Todos los de la iglesia#5.11 Iglesia: Mt 16.18; véase Índice temático. y todos los que supieron lo ocurrido se llenaron de temor.
Milagros y señales#5.12-16 Último de los tres resúmenes en los que se carateriza a la iglesia de Jerusalén. Véase 2.43-47 n.
12Por medio de los apóstoles#5.12 Como en Hch 3.12-16, se afirma que era Dios quien, por medio de los apóstoles, realizaba los milagros. se hacían muchas señales y milagros entre la gente, y todos se reunían en el pórtico de Salomón.#5.12 Pórtico de Salomón: Véase Hch 3.11 n. 13Ninguno de los demás se atrevía a juntarse con ellos; sin embargo, la gente los estimaba mucho.#5.13 Cf. Hch 2.47. 14Y aumentó el número de personas, tanto hombres como mujeres, que creían en el Señor.#5.14 Otra posible traducción del v. 14: Y se iba añadiendo al Señor un número creciente de creyentes, tanto hombres como mujeres. Cf. Hch 11.24. 15Y sacaban los enfermos a las calles, poniéndolos en camas y camillas para que, al pasar Pedro, al menos su sombra cayera sobre alguno.#5.15 Hch 19.11-12. 16También de los pueblos vecinos acudía mucha gente a Jerusalén trayendo enfermos y personas atormentadas por espíritus impuros. Y todos eran sanados.#5.15-16 Mc 6.56; cf. Mt 4.24; 15.30; Mc 1.32-34; cf. también Mt 10.1; Mc 16.17-18.
El comienzo de las persecuciones
17El sumo sacerdote y los del partido saduceo#5.17 Saduceo: Véanse Hch 4.1 n. e Índice temático. que estaban con él se llenaron de envidia, 18y apresaron a los apóstoles y los metieron en la cárcel pública. 19Pero un ángel del Señor abrió de noche las puertas de la cárcel, los sacó y les dijo: 20“Id, y puestos de pie en el templo contad al pueblo todo lo referente a esta vida nueva.”
21Conforme a estas palabras, al día siguiente entraron temprano en el templo y comenzaron a enseñar. Mientras tanto, el sumo sacerdote y los que estaban con él llamaron a todos los ancianos israelitas a una reunión de la Junta Suprema, y mandaron traer de la cárcel a los apóstoles. 22Pero cuando los guardias llegaron a la cárcel no los encontraron. Así que volvieron con la noticia, 23diciendo:
–Hemos encontrado la cárcel perfectamente cerrada y a los soldados vigilando ante las puertas; pero, al abrir, no encontramos a nadie dentro.
24Oyendo estas palabras, el jefe de la guardia del templo y los principales sacerdotes se preguntaban en qué pararía aquel asunto. 25En el mismo momento llegó uno que les dijo:
–Los que vosotros metisteis en la cárcel están en el templo enseñando al pueblo.
26El jefe de la guardia, junto con los guardias, fue a buscarlos; pero no los maltrataron, porque tenían miedo de ser apedreados por la gente. 27Al llegar, los llevaron ante la Junta Suprema, y el sumo sacerdote les dijo:
28–Os habíamos prohibido terminantemente enseñar nada relacionado con ese hombre.#5.28 Con ese hombre: lit. con ese nombre (véase Hch 3.6 n.). El sumo sacerdote, en señal de desprecio, evita mencionar a Jesús por nombre. Y vosotros, ¿qué habéis hecho? ¡Habéis llenado toda Jerusalén con vuestras enseñanzas, y encima queréis echarnos la culpa de la muerte de ese hombre!#5.28 Mt 27.25.
29Pedro y los demás apóstoles contestaron:
–Es nuestro deber obedecer a Dios antes que a los hombres.#5.29 Hch 4.19. 30El Dios de nuestros antepasados resucitó a Jesús, el mismo a quien vosotros matasteis colgándolo de una cruz.#5.30 Una cruz: La palabra griega es lit. un madero o un árbol; aquí y en Hch 10.39; 13.29; 1 P 2.24, se utiliza el término que aparece en Dt 21.22-23, para resaltar el carácter profético de la Escritura. 31Dios lo ha levantado a su derecha#5.31 Lo ha levantado a su derecha: otra posible traducción: por su mano derecha (es decir, por su poder); véase Hch 2.33 n. y le ha hecho Guía y Salvador, para que la nación de Israel se convierta a Dios y reciba el perdón de sus pecados. 32De esto somos testigos nosotros, y también lo es el Espíritu Santo, que Dios ha dado a quienes le obedecen.#5.29-32 Véase Hch 2.14-42 n.
33Al oir esto, se enfurecieron y querían matarlos. 34Pero en la Junta Suprema había un fariseo llamado Gamaliel,#5.34 Gamaliel: famoso rabino, conocido por su interpretación liberal de la ley. Cf. también Hch 22.3. que era un maestro de la ley muy respetado por el pueblo. Este se puso en pie y mandó que por un momento sacaran de allí a los apóstoles. 35Luego dijo a las demás autoridades:
–Israelitas, tened cuidado con lo que vais a hacer con esos hombres. 36Recordad que hace algún tiempo se levantó Teudas, alegando ser alguien importante, y unos cuatrocientos hombres le siguieron. Pero a este lo mataron, sus seguidores se dispersaron y allí acabó todo. 37Más tarde, en los días del censo, se levantó Judas, el de Galilea, y logró que algunos le siguieran; pero también lo mataron y todos sus seguidores se dispersaron. 38Por eso os aconsejo que dejéis a estos hombres y no os metáis con ellos; porque si este asunto es cosa de los hombres, fracasará; 39pero si es cosa de Dios, no podréis vencerlos. Tened cuidado, no vayáis a encontraros en lucha contra Dios.
Ellos le hicieron caso. 40Así que llamaron a los apóstoles, los azotaron y les prohibieron seguir hablando en el nombre de Jesús. Después los soltaron. 41Los apóstoles salieron de la presencia de las autoridades muy contentos, porque Dios los había considerado dignos de sufrir injurias por causa del nombre de Jesús.#5.41 Cf. Mt 5.10-12; 1 P 4.13. 42Todos los días enseñaban y anunciaban la buena noticia de Jesús el Mesías, lo mismo en el templo que por las casas.
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