APOCALIPSIS 21:5-16
APOCALIPSIS 21:5-16 RV2020
El que estaba sentado en el trono dijo: —Yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: —Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas. Y también me dijo: —Ya todo está hecho. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tiene sed, le daré a beber gratuitamente de la fuente del agua de vida. El que salga vencedor heredará todas las cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo. Pero los cobardes, los incrédulos, los abominables, los asesinos, los que cometen inmoralidades sexuales, los hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda. Entonces se me acercó uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete últimas plagas y me dijo: «Ven, te presentaré a la novia, la esposa del Cordero». Me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto y me mostró la gran ciudad, la santa Jerusalén, que descendía del cielo enviada por Dios. Tenía la gloria de Dios y su resplandor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, transparente como el cristal. Tenía una muralla grande y alta. En ella había doce puertas protegidas por doce ángeles, en las que estaban grabados los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel. Tres puertas daban al oriente, tres puertas al norte, tres puertas al sur, y tres puertas al occidente. La muralla de la ciudad tenía doce cimientos, en los que estaban escritos los nombres de los doce apóstoles del Cordero. El que hablaba conmigo tenía una caña de oro para medir la ciudad, sus puertas y su muralla. La ciudad era cuadrada, pues, medía lo mismo de largo que de ancho. Con la caña midió la ciudad, la cual tenía dos mil doscientos kilómetros: su longitud, su altura y su anchura eran iguales.