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SALMOS 78:1-37

SALMOS 78:1-37 RV2020

Escucha, pueblo mío, mi ley; inclinad vuestro oído a las palabras de mi boca. Con sentencias sabias hablaré; proclamaré cosas escondidas desde tiempos antiguos, las cuales hemos oído y entendido, las que nuestros padres nos contaron. No las encubriremos a sus hijos, contaremos a la generación venidera las alabanzas del Señor, su potencia y las maravillas que hizo. Él estableció testimonio en Jacob y puso ley en Israel, la cual mandó a nuestros padres que la notificaran a sus hijos; para que lo sepa la generación venidera, los hijos que nazcan; y los que se levanten lo cuenten a sus hijos, a fin de que pongan en Dios su confianza y no se olviden de las obras de Dios; que guarden sus mandamientos y no sean como sus padres, generación terca y rebelde; generación que no dispuso su corazón, ni cuyo espíritu fue fiel para con Dios. Los hijos de Efraín, arqueros muy diestros, volvieron las espaldas en el día de la batalla. No guardaron el pacto de Dios ni quisieron andar en su ley; al contrario, se olvidaron de sus obras y de sus maravillas que les había mostrado. Delante de sus padres hizo maravillas en la tierra de Egipto, en el campo de Zoán. Dividió el mar y los hizo pasar. Detuvo las aguas como en un montón. Los guiaba de día con nube y toda la noche con resplandor de fuego. Hendió las peñas en el desierto y les dio a beber como de grandes abismos, pues sacó de la peña corrientes e hizo descender aguas como ríos. Pero aun así, volvieron a pecar contra él, se rebelaron contra el Altísimo en el desierto, pues tentaron a Dios en su corazón, pidieron comida a su gusto. Y hablaron contra Dios, al decir: «¿Podrá poner mesa en el desierto? Él ha herido la peña, y brotaron aguas y torrentes inundaron la tierra. ¿Podrá dar también pan? ¿Dispondrá carne para su pueblo?». Y lo oyó el Señor y se indignó; se encendió el fuego contra Jacob y el furor subió contra Israel, por cuanto no le habían creído ni habían confiado en su salvación. Sin embargo, mandó a las nubes de arriba, abrió las puertas de los cielos e hizo llover sobre ellos maná para que comieran, y les dio trigo de los cielos. Pan de nobles comió el ser humano; les envió comida hasta saciarlos. Movió el viento solano en el cielo, y trajo con su poder al viento del sur, e hizo llover sobre ellos carne como polvo, como la arena del mar, aves que vuelan. Las hizo caer en medio del campamento, alrededor de sus tiendas. Comieron y se saciaron; les cumplió, pues, su deseo. No habían saciado aún su apetito, aún estaba la comida en su boca, cuando vino sobre ellos el furor de Dios, e hizo morir a los más robustos de ellos y derribó a los escogidos de Israel. Con todo esto, volvieron a pecar y no dieron crédito a sus maravillas. Por tanto, hizo acabar sus días como un soplo y sus años en tribulación. Si los hacía morir, entonces buscaban a Dios; entonces se volvían solícitos a él, y se acordaban de que Dios era su refugio, que el Dios altísimo era su redentor. Pero lo halagaban con su boca, y con su lengua le mentían, pues sus corazones no eran rectos con él ni permanecieron firmes en su pacto.

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