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MARCOS 6:24-56

MARCOS 6:24-56 RV2020

La muchacha salió y preguntó a su madre: —¿Qué pediré? La madre respondió: —La cabeza de Juan el Bautista. Herodías entró apresuradamente y le dijo al rey: —Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista. El rey se entristeció mucho, pero como se había comprometido por el juramento hecho en presencia de los invitados, no quiso desairarla. E inmediatamente ordenó a un miembro de su guardia que le trajeran la cabeza de Juan. El guardia fue a la cárcel, lo decapitó, trajo su cabeza en una bandeja y se la dio a la muchacha, y la joven se la entregó a su madre. Cuando sus discípulos se enteraron, vinieron, tomaron su cuerpo y le dieron sepultura. Entonces los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo cuanto habían hecho y enseñado. Él les dijo: —Venid, retirémonos a un lugar solitario y descansad un poco. Eran tantos los que iban y venían que no tenían tiempo ni para comer. Y se fueron solamente ellos en una barca a un lugar apartado. Pero los vieron marchar y los reconocieron. Entonces gentes de todas las ciudades fueron corriendo allí, adelantándose a su llegada, y se juntaron a él. Al desembarcar Jesús y ver la gran multitud, se conmovió profundamente porque parecían ovejas sin pastor, y comenzó a enseñarles muchas cosas. El tiempo transcurría y se hizo tarde. Entonces sus discípulos se acercaron a él y le dijeron: —El lugar está desierto y la hora muy avanzada. Despídelos para que vayan a los lugares y aldeas de alrededor y se compren pan para comer. Jesús respondió: —Dadles vosotros de comer. Ellos replicaron: —¿Cómo quieres que compremos la cantidad de pan que es necesaria para darles de comer si el importe supondría doscientos denarios? Él les preguntó: —¿Cuántos panes tenéis? Id a ver. Cuando lo averiguaron le dijeron: —Cinco, y dos peces. Entonces les mandó que hicieran recostar a los congregados en grupos sobre la hierba verde. Se agruparon de ciento en ciento y de cincuenta en cincuenta. A continuación, Jesús tomó los cinco panes y los dos peces y, levantando los ojos al cielo, bendijo y partió los panes y se los dio a sus discípulos para que los distribuyeran entre la multitud. También repartió los dos peces. Comieron todos y se saciaron. Con los pedazos sobrantes que recogieron llenaron doce cestas, y los que comieron eran cinco mil hombres. Inmediatamente ordenó a sus discípulos que entrasen en la barca y que, precediéndole, se dirigiesen a Betsaida, en la otra orilla, en tanto que él despedía a la multitud. Cuando los hubo despedido se fue al monte a orar. Al llegar la noche, la barca estaba en medio del mar y Jesús, solo, en tierra, pero cerca del amanecer , al verles remar con gran esfuerzo porque el viento les era contrario, fue hacia ellos andando sobre el mar y como queriendo pasar de largo. Ellos, al verle caminar sobre las aguas, pensaron que era un fantasma y se pusieron a gritar porque todos le vieron y se asustaron. Pero Jesús en seguida les habló diciendo: —¡Tened valor! Soy yo, no temáis. A continuación subió a la barca. El viento se calmó. Los discípulos se sentían asombrados y se maravillaban: no habían entendido aún el milagro de los panes, porque sus corazones estaban endurecidos. Terminada la travesía, llegaron a Genesaret y arribaron a la orilla. Apenas desembarcaron, la gente del lugar reconoció a Jesús. Según recorrían la región, le llevaban, a donde oían que él estaba, enfermos en camilla, de aquí y de allá. Dondequiera que llegaba, ya fueran aldeas, ciudades o campos, ponían en las calles a los enfermos y le rogaban que les dejara tocar siquiera el borde de su manto. Todos cuantos lo tocaban quedaban curados.

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