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MARCOS 14:43-72

MARCOS 14:43-72 RV2020

Estando aún hablando, llegó Judas, uno de los doce. Con él venía mucha gente armada con espadas y palos, enviada por los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos. Judas les había dado esta señal: —Al que yo bese, ese es. Apresadle y llevadle bien sujeto. Acercándose a él le dijo: —¡Maestro! ¡Maestro! Y le besó. Quienes venían con él le echaron mano y le prendieron. Pero uno de los que estaban allí sacó la espada, hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja. Jesús les dijo: —¿Habéis venido con espadas y con palos para apresarme, como si fuera yo un ladrón? Estuve todos los días con vosotros enseñando en el templo y no me prendisteis. Mas así debe ser, para que se cumplan las Escrituras. Entonces todos los discípulos le abandonaron y huyeron. A cierto joven, que cubría el cuerpo con una sábana e iba siguiendo a Jesús, también le prendieron; mas él dejando la sábana se escapó desnudo. Trajeron, pues, a Jesús al sumo sacerdote y se juntaron a él todos los principales sacerdotes, los ancianos y los escribas. Pedro le siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote; y estaba sentado con los guardias calentándose al fuego. Los principales sacerdotes y todo el Concilio buscaban testimonio contra Jesús para entregarlo a la muerte, mas no lo hallaban, porque muchos testificaban contra él en falso y sus testimonios no concordaban. Algunos se levantaron y dieron falso testimonio contra él con estas palabras: —Nosotros le hemos oído decir: «Yo derribaré este templo hecho por manos humanas y en tres días edificaré otro que no es obra de manos de hombre». Pero ni aun así concordaban en el testimonio. Entonces el sumo sacerdote, levantándose, preguntó a Jesús: —¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra ti? Pero él callaba y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar: —¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? Jesús le dijo: —Yo soy. Y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios y viniendo en las nubes del cielo. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras y dijo: —¿Qué necesidad tenemos de más testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece? Y todos ellos le condenaron y le consideraron reo de muerte. Entonces algunos comenzaron a escupirle y cubriéndole el rostro le daban puñetazos y le decían: —Profetiza. También los guardias le abofeteaban. Mientras tanto, Pedro estaba abajo, en el patio. Entonces vino una de las criadas del sumo sacerdote y vio a Pedro, que estaba calentándose, y mirándole le dijo: —Tú también estabas con Jesús el nazareno. Pero él lo negó diciendo: —No le conozco, ni sé lo que dices. Pedro marchó hacia la entrada. Entonces cantó el gallo. Cuando la criada lo vio de nuevo comenzó a decir a los que estaban allí: —Este es uno de ellos. Él volvió a negarlo. Poco después, los que estaban allí dijeron otra vez a Pedro: —Verdaderamente, tú eres de ellos, porque eres galileo y tu habla es semejante. Pedro comenzó a maldecir y a jurar: —No conozco a este hombre de quien habláis. Y el gallo cantó por segunda vez. Entonces Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: «Antes que el gallo cante por segunda vez, me negarás tres veces». Y comenzó a llorar.

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