MATEO 26:47-66
MATEO 26:47-66 RV2020
Aún estaba él hablando cuando llegó Judas, uno de los doce. Con él venía mucha gente con espadas y palos enviada por los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo. Y el que lo entregaba les había dado señal: —Al que yo bese, ese es. Apresadlo. En seguida se acercó a Jesús y dijo: —¡Hola, Maestro! Y lo besó. Jesús le preguntó: —Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron a Jesús y lo apresaron. Pero uno de los que estaban con él echó mano de su espada, hirió a un siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja. Jesús le dijo: —Envaina tu espada, porque todos los que tomen espada, a espada perecerán. ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre y que él no me enviaría más de doce legiones de ángeles? ¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras cuando dicen que es necesario que así se haga? En aquella hora dijo Jesús a la gente: —¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para apresarme? Diariamente me sentaba con vosotros y enseñaba en el templo y no me prendisteis. Mas todo esto sucede para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Y entonces todos los discípulos lo dejaron y huyeron. Los que apresaron a Jesús lo llevaron ante el sumo sacerdote Caifás, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo siguió de lejos hasta el patio del sumo sacerdote, entró y se sentó con los guardias para ver el fin. Los principales sacerdotes, los ancianos y todo el Concilio, buscaban falso testimonio contra Jesús para entregarlo a la muerte. Aunque se presentaban muchos testigos falsos, no lo hallaban. Pero al fin comparecieron dos de estos testigos que dijeron: —Este afirmó: «Puedo derribar el templo de Dios y en tres días reedificarlo». Se levantó el sumo sacerdote y le preguntó: —¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra ti? Pero Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: —Te conjuro por el Dios viviente que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús respondió: —Tú lo has dicho. Y además yo os digo que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios y viniendo en las nubes del cielo. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó: —¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? Ahora mismo habéis oído su blasfemia. ¿Qué os parece? Y ellos respondieron: —¡Es reo de muerte!