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MATEO 13:1-52

MATEO 13:1-52 RV2020

Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar. Se le acercó mucha gente, así que él subió a una barca y se sentó. La gente se quedó en la orilla y Jesús les enseñó muchas cosas por parábolas como estas: —Un sembrador salió a sembrar. Mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino y vinieron las aves y la comieron. Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra, y brotó pronto, porque aquel terreno no tenía profundidad, pero cuando salió el sol se quemó y como no tenía raíz se secó. Parte cayó entre espinos y los espinos crecieron y la ahogaron. Pero parte de las semillas cayó en buena tierra y dieron fruto, unas a ciento por uno, otras a sesenta y otras a treinta. El que tiene oídos para oír, oiga. Entonces se le acercaron los discípulos y le preguntaron: —¿Por qué les hablas por medio de parábolas? Él les respondió: —Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no, pues a cualquiera que tiene se le dará y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden. De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo: De oído oiréis y no entenderéis; y viendo veréis y no percibiréis, porque el corazón de este pueblo se ha entorpecido: y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos para que no vean con los ojos ni oigan con los oídos ni con el corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane . Pero dichosos vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron. Escuchad, pues, vosotros la parábola del sembrador: Cuando alguien oye la palabra del reino pero no la entiende, viene el maligno y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino. El que fue sembrado en pedregales es el que oye la palabra y al momento la recibe con gozo, pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, tropieza sin dilación. El que fue sembrado entre espinos es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de este mundo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra y se hace infructuosa. Pero el que fue sembrado en buena tierra es el que oye la palabra y la entiende, y da fruto, y produce a ciento, a sesenta y a treinta por uno. Les refirió otra parábola: —El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo, sembró cizaña entre el trigo y se fue. Cuando brotó la semilla y dio fruto, apareció también la cizaña. Fueron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: «Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo, pues, tiene cizaña?». Él les dijo: «Un enemigo ha hecho esto». Y los siervos le dijeron: «¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?». Él les dijo: «No, no sea que al arrancar la cizaña arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega. Entonces yo diré a los segadores: “Recoged primero la cizaña y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero”». También les refirió esta otra parábola: —El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su campo. Esta es, por cierto, la más pequeña de todas las semillas, pero cuando ha crecido es la mayor de las hortalizas y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y anidan en sus ramas. Otra parábola les dijo: —El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y escondió en tres medidas de harina hasta que todo quedó leudado. Todo esto expuso Jesús por parábolas a la gente. No les hablaba sin parábolas para que se cumpliera lo que dijo el profeta: Abriré en parábolas mi boca; declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo . Jesús, después de despedir a la gente, entró en la casa. Se le acercaron sus discípulos y le dijeron: —Explícanos la parábola de la cizaña del campo. Les respondió diciendo: —El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino; y la cizaña son los hijos del maligno. El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del mundo; y los segadores son los ángeles. De manera que, tal como se arranca la cizaña y se quema en el fuego, así será en el fin de este mundo. Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, recogerán de su Reino a todos los que sirven de tropiezo y a los que hacen maldad y los echarán en el horno de fuego. Allí será el lloro y el rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga. Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo. Cuando alguien encuentra el tesoro, lo esconde de nuevo, y gozoso por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo. También el reino de los cielos es semejante a un comerciante que buscaba buenas perlas y que, habiendo hallado una de gran precio, fue y vendió todo lo que tenía y la compró. Asimismo, el reino de los cielos es semejante a una red que al ser echada al mar recoge toda clase de peces. Cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan y recogen lo bueno en cestas y echan fuera lo malo. Así será en el fin del mundo: saldrán los ángeles, apartarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego. Allí será el lloro y el rechinar de dientes. Jesús les preguntó: —¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos respondieron: —Sí, Señor. Él les dijo: —Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante al dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.

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