LUCAS 8:16-39
LUCAS 8:16-39 RV2020
Nadie enciende una lámpara para después cubrirla con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la coloca en un candelero para que los que entren vean la luz. Porque no hay nada escondido que no haya de ser descubierto ni secreto que no haya de conocerse y salir a la luz. Entended, pues, bien lo que oís, porque a quien tenga se le dará y a quien no tenga se le quitará incluso lo que piensa tener. La madre y los hermanos de Jesús fueron a verle, pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud congregada. Entonces le avisaron: —Tu madre y tus hermanos están afuera y quieren verte. Jesús respondió: —Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica. Uno de aquellos días subió Jesús a una barca con sus discípulos y les dijo: —Vayamos a la otra orilla del lago. Y partieron hacia allá. Mientras navegaban, Jesús se durmió. Sobre el lago se desencadenó una tempestad con fuertes vientos que anegaba la barca y los ponía en peligro. Los discípulos se acercaron a él y le despertaron diciendo: —¡Maestro, Maestro, que perecemos! Jesús despertó y reprendió al viento y a las agitadas olas. La tempestad cesó y sobrevino la calma. Y les dijo: —¿Dónde está vuestra fe? Atemorizados y llenos de asombro, se preguntaban entre ellos: —¿Quién es este, que da órdenes a los vientos y a las aguas y le obedecen? Y navegaron hacia la región de los gadarenos, que está en la ribera opuesta a Galilea. Al desembarcar Jesús, vino a su encuentro un hombre procedente de la ciudad. Estaba endemoniado desde hacía mucho tiempo, andaba desnudo y no vivía en su casa, sino en los sepulcros. Cuando vio a Jesús, se puso a gritar y postrándose a sus pies exclamó a voces: —¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes. Actuaba así porque Jesús había ordenado al espíritu inmundo que saliera de aquel hombre, de quien hacía mucho tiempo que se había apoderado. A pesar de que le ataban con cadenas y grillos, rompía las ataduras que le apresaban e impelido por el demonio huía a lugares desiertos. Jesús le preguntó: —¿Cómo te llamas? Él respondió: —Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él y le rogaban que no los mandara al abismo. Había allí un hato de muchos cerdos que pacían en el monte y le rogaron que les dejara entrar en ellos. Jesús se lo permitió. Los demonios salieron del hombre y entraron en los cerdos. A continuación la piara se lanzó pendiente abajo hasta el lago, donde los cerdos se ahogaron. Los porqueros, habiendo visto lo acontecido, salieron huyendo y lo contaron en la ciudad y en los campos. La gente de esos lugares acudieron a ver lo que había sucedido. Cuando llegaron a donde estaba Jesús, hallaron sentado a sus pies al hombre del que había salido los demonios, que ahora estaba vestido y en su cabal juicio. Ellos tuvieron miedo. Quienes lo habían visto les contaron cómo había sido salvado el endemoniado. Toda la población de la región de alrededor, es decir, de los gadarenos, rogó a Jesús que se alejara de ellos porque el temor los dominaba. Jesús, pues, subió de nuevo a la barca y emprendió el regreso. El hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que le permitiera acompañarlo, pero Jesús le despidió diciendo: —Vuélvete a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho contigo. Él se fue divulgando por toda la ciudad todas las cosas que había hecho Jesús con él.