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LUCAS 8:1-25

LUCAS 8:1-25 RV2020

Aconteció después que Jesús caminaba por ciudades y aldeas predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios. Le acompañaban los doce y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malignos y de enfermedades: María, a la que llamaban Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Chuza, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le servían le ayudaban con sus propios bienes. En cierta ocasión se congregó en torno a él una gran multitud procedente de todas las ciudades y relató esta parábola: —Un sembrador salió a sembrar su semilla. Al esparcirla, una parte cayó junto al camino, fue hollada y las aves del cielo se la comieron. Otra cayó en zona pedregosa y después de nacer se secó, porque no tenía humedad. Otra cayó entre espinos y las espinas, que crecieron con ella, la ahogaron. Y otra parte cayó en buena tierra, nació y dio fruto a ciento por uno. Y dicho esto añadió con voz solemne: —El que tiene oídos para oír que oiga. Sus discípulos le preguntaron que significaba esta parábola. Él contestó: —A vosotros, Dios os permite conocer los secretos de su reino, pero a los demás les hablo por medio de parábolas, para que, aunque miren, no vean, y aunque escuchen, no entiendan. Este es el significado de la parábola: La semilla es la palabra de Dios. La semilla que cayó junto al camino representa a quienes oyen, pero luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra para que no crean y se salven. La que cayó en zona pedregosa son aquellos que habiendo escuchado la palabra la reciben con gozo, mas como no tienen raíces creen por algún tiempo y en el momento de la prueba se apartan. La que cayó entre espinos representa a quienes oyen, pero luego se van: son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a dar fruto. Mas la que cayó en buena tierra representa a quienes con corazón bueno y recto retienen la palabra oída y dan fruto por su constancia. Nadie enciende una lámpara para después cubrirla con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la coloca en un candelero para que los que entren vean la luz. Porque no hay nada escondido que no haya de ser descubierto ni secreto que no haya de conocerse y salir a la luz. Entended, pues, bien lo que oís, porque a quien tenga se le dará y a quien no tenga se le quitará incluso lo que piensa tener. La madre y los hermanos de Jesús fueron a verle, pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud congregada. Entonces le avisaron: —Tu madre y tus hermanos están afuera y quieren verte. Jesús respondió: —Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica. Uno de aquellos días subió Jesús a una barca con sus discípulos y les dijo: —Vayamos a la otra orilla del lago. Y partieron hacia allá. Mientras navegaban, Jesús se durmió. Sobre el lago se desencadenó una tempestad con fuertes vientos que anegaba la barca y los ponía en peligro. Los discípulos se acercaron a él y le despertaron diciendo: —¡Maestro, Maestro, que perecemos! Jesús despertó y reprendió al viento y a las agitadas olas. La tempestad cesó y sobrevino la calma. Y les dijo: —¿Dónde está vuestra fe? Atemorizados y llenos de asombro, se preguntaban entre ellos: —¿Quién es este, que da órdenes a los vientos y a las aguas y le obedecen?

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