LUCAS 23:44-55
LUCAS 23:44-55 RV2020
Alrededor del mediodía, toda la tierra quedó sumida en oscuridad hasta las tres de la tarde. El sol se oscureció y el velo del templo se rasgó por la mitad. Entonces Jesús pegó un gran grito y dijo: —Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto expiró. Cuando el centurión vio lo que había sucedido, alabó a Dios diciendo: —Verdaderamente, este hombre era justo. La multitud que había asistido a este espectáculo, al ver lo que había acontecido, se volvían a la ciudad golpeándose el pecho. Pero todos los conocidos de Jesús y las mujeres que le habían seguido desde Galilea se quedaron observando a cierta distancia lo que sucedía. José, natural de Arimatea, ciudad de Judea, hombre bueno y justo, era miembro del Concilio. José, que también esperaba el reino de Dios y que no había consentido en el acuerdo ni en la actuación de sus compañeros, fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana de lino y lo depositó en un sepulcro excavado en una peña, donde nadie aún había sido sepultado. Era el día de la preparación de la Pascua y el sábado ya estaba comenzando. Las mujeres que habían acompañado a Jesús desde Galilea, siguieron a José y vieron el sepulcro y cómo su cuerpo fue depositado en él.