LUCAS 22:7-65
LUCAS 22:7-65 RV2020
Llegó el día de los Panes sin levadura, cuando debía sacrificarse el cordero de la Pascua, y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciéndoles: —Id a preparar la Pascua. Ellos le preguntaron: —¿Dónde quieres que la preparemos? Jesús respondió: —Al entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Seguidlo hasta la casa donde entre y decid al dueño de la casa: «El Maestro pregunta: ¿Dónde está el aposento en que he de comer la Pascua con mis discípulos?». Él os mostrará un aposento amplio y ya dispuesto en el piso de arriba. Preparadla allí. Pedro y Juan fueron y encontraron todo como Jesús les había dicho, y prepararon la Pascua. Cuando llegó la hora, Jesús se sentó a la mesa, y los apóstoles con él. Entonces les dijo: —¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta Pascua antes de padecer! Porque os digo que no volveré a comerla hasta que se cumpla en el reino de Dios. Y tomó una copa, y habiendo dado gracias, dijo: —Tomad esto y repartidlo entre vosotros, porque os digo que no beberé más del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios. También tomó el pan y habiendo dado gracias lo partió y se lo dio diciendo: —Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado. Haced esto en memoria de mí. De igual manera, después de haber cenado, tomó la copa, diciendo: —Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama. Pero la mano de aquel que va a traicionarme está sobre esta mesa, conmigo. Ciertamente, el Hijo del Hombre se va según está determinado, pero ¡ay de aquel que lo va a traicionar! Entonces ellos comenzaron a preguntarse unos a otros quién de ellos sería el traidor. También se produjo entre los apóstoles una discusión sobre quién de ellos sería el mayor. Mas Jesús les dijo: —Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas y quienes tienen autoridad sobre ellas se hacen llamar bienhechores, pero entre vosotros no debe ser así. Antes al contrario, el más importante entre vosotros sea como el más joven; y el que dirige, como el que sirve. ¿Cuál es más importante, el que se sienta a la mesa o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre vosotros como el que sirve. Pero vosotros sois quienes habéis permanecido conmigo en mis pruebas. Por eso yo dispongo para vosotros un reino, como mi padre lo dispuso para mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino y os sentéis en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Dijo también el Señor: —Simón, Simón, Satanás os ha reclamado para zarandearos como si fuerais trigo, pero yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca. Y tú, una vez vuelta la confianza, fortalece en la fe a tus hermanos. Simón respondió: —Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel e incluso a la muerte. Jesús replicó: —Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes de que tú hayas negado tres veces que me conoces. Y les preguntó: —Cuando os envié sin bolsa, sin alforja y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos respondieron: —Nada. Y añadió: —Pues ahora el que tiene bolsa, tome la bolsa y también la alforja. Y el que no tiene espada, venda su capa y compre una. Os digo que es necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito: Y fue contado con los malhechores . Porque lo que está escrito de mí tiene que cumplirse. Ellos dijeron: —Señor, aquí hay dos espadas. Y él respondió: —Es bastante. Salió después y se fue, como solía, al monte de los Olivos. Sus discípulos le siguieron. Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: —Orad para que no entréis en tentación. Se alejó de ellos como a un tiro de piedra y puesto de rodillas oró con estas palabras: —Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Entonces se le apareció un ángel del cielo para darle fuerzas. Jesús, lleno de angustia, oraba intensamente y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra. Cuando terminó de orar se dirigió a donde estaban sus discípulos y los encontró dormidos, vencidos por la tristeza, y les preguntó: —¿Por qué dormís? Levantaos y orad para que no entréis en tentación. Aún estaba hablando Jesús cuando se presentó un grupo de gente encabezado por Judas, uno de los doce, quien se acercó a Jesús para besarle. Jesús le dijo: —Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre? Cuando los que le acompañaban se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo, le preguntaron: —Señor, ¿sacamos las espadas? Y uno de ellos hirió con la espada y le cortó la oreja derecha a un siervo del sumo sacerdote. Pero Jesús dijo: —Déjalo ya. Y tocando su oreja le sanó. Luego preguntó a los principales sacerdotes, a los jefes de la guardia del templo y a los ancianos que habían ido a por él: —¿Por qué habéis venido a buscarme con espadas y palos, como si yo fuera un ladrón? He estado con vosotros todos los días en el templo y no me detuvisteis. ¡Pero esta es vuestra hora, la hora del poder de las tinieblas! Y habiéndole arrestado, se lo llevaron y lo metieron en casa del sumo sacerdote. Pedro le seguía de lejos. En medio del patio encendieron fuego y se sentaron alrededor. También Pedro se sentó entre ellos. Pero una criada le vio sentado al fuego y fijándose en él dijo: —Este también es uno de los que iban con él. Pedro lo negó diciendo: —Mujer, ni siquiera lo conozco. Un poco después, le vio otro y dijo: —Tú también eres de ellos. Y Pedro dijo: —Hombre, no lo soy. Como una hora después, otro insistió: —Seguro que este estaba con él, pues es galileo. Y Pedro dijo: —Hombre, no sé lo que dices. Todavía estaba Pedro hablando, cuando cantó un gallo. El Señor se volvió y miró a Pedro y se acordó Pedro de que el Señor le había dicho: «Hoy mismo, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces». Pedro salió de allí y lloró amargamente. Los hombres que custodiaban a Jesús se burlaban de él y le golpeaban. También con los ojos vendados, le golpearon en la cara y le decían: —Adivina quién te ha pegado. Y lo insultaban y le decían muchas otras cosas.