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LUCAS 2:1-30

LUCAS 2:1-30 RV2020

Aconteció en aquellos días que Augusto César promulgó un edicto disponiendo que todos los habitantes del Imperio romano fueran empadronados. Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria. Todos iban a empadronarse a sus respectivas ciudades de origen. También José, que era de la familia de David, subió de la ciudad de Nazaret, en la región de Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para ser empadronado con María, su esposa, que estaba embarazada. Y sucedió que estando allí se cumplió el tiempo de que ella diera a luz. Y tuvo a su primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. En la misma región había pastores que pasaban la noche en el campo vigilando a sus rebaños. De pronto, se les presentó un ángel del Señor y el resplandor de su gloria los envolvió completamente y quedaron sobrecogidos de temor. Pero el ángel les dijo: —No temáis, porque vengo a traeros una buena noticia, que será causa de gran alegría para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Cristo. Esto os servirá de señal: hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales que alababan a Dios y decían: —¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz entre los hombres que gozan de su buena voluntad! Sucedió que cuando los ángeles se volvieron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: —Vayamos, pues, hasta Belén y veamos esto que ha sucedido y que el Señor nos ha dado a conocer. Fueron apresuradamente y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron todo lo que el ángel les había dicho acerca del niño. Todos los que lo oyeron se maravillaron de lo que los pastores les decían, pero María guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, pues todo había sucedido tal y como se les había dicho. Al llegar el octavo día, circuncidaron al niño y le llamaron Jesús, nombre que le había sido puesto por el ángel antes que fuera concebido. Y cuando se cumplieron los días para que, según la ley de Moisés, ellos fueran purificados, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo ante el Señor, cumpliendo así lo que está escrito en la ley del Señor: Todo primer hijo varón será consagrado al Señor , y para ofrecer al mismo tiempo el sacrificio prescrito por la ley del Señor: una pareja de tórtolas o dos pichones. Por entonces había en Jerusalén un hombre justo y piadoso llamado Simeón que esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba sobre él y le había revelado que no vería la muerte antes de contemplar al Ungido del Señor. Impulsado por el Espíritu, Simeón fue al templo cuando los padres del niño Jesús llevaban a su hijo para hacer con él lo que establecía la ley. Y tomando al niño en sus brazos, alabó a Dios diciendo: Ahora, Señor, puedes dejar partir a tu siervo en paz, conforme a tu palabra, porque mis ojos han visto ya tu salvación

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