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LUCAS 12:1-31

LUCAS 12:1-31 RV2020

Mientras tanto, se iban juntado una gran multitud, hasta el punto de que se pisaban unos a otros. Entonces, dirigiéndose en primer lugar a sus discípulos, Jesús dijo: —Ante todo, guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Porque nada hay encubierto que no haya de descubrirse ni oculto que no haya de salir a la luz. Por tanto, cuanto dijisteis en la oscuridad, se oirá a plena luz; y cuanto hablasteis al oído en el interior de la casa, se proclamará desde las azoteas. A vosotros, amigos míos, os digo que no tengáis miedo a los que pueden matar el cuerpo, pero no pueden hacer nada más. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida tiene el poder de echar en el infierno. Así os digo: Temed a este. ¿No se venden cinco pajarillos por unas pocas monedas? Pues bien, de ninguno de ellos se olvida Dios. Incluso todos los cabellos de vuestra cabeza están contados. No temáis, pues. Vosotros valéis más que muchos pajarillos. Os digo, además, que todo aquel que dé testimonio de mí delante de los demás, también el Hijo del Hombre dará testimonio de él delante de los ángeles de Dios. Y todo aquel que me niegue delante de los demás será negado delante de los ángeles de Dios. Todo aquel que habla contra el Hijo del Hombre será perdonado; mas no lo será aquel que blasfeme contra el Espíritu Santo. Cuando os lleven a las sinagogas, ante los magistrados y ante las autoridades, no os preocupéis por cómo o qué habréis de responder o qué habréis de decir, porque el Espíritu Santo os enseñará en ese momento lo que debáis decir. Uno de la multitud dijo a Jesús: —Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia. Jesús respondió: —Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o mediador? Y dijo a los demás: —Mirad, guardaos de toda avaricia, porque la vida de cualquier persona no depende de la abundancia de las riquezas que posee. Y les relató esta parábola: —La tierra de un hombre rico había producido una gran cosecha. Así que pensó: «¿Qué haré? No tengo lugar donde guardar mis frutos». Y se dijo: «Esto es lo que haré: derribaré mis graneros y los edificaré más grandes y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y luego podré decirme: “Ya puede descansar mi alma, pues ahora tengo guardados muchos bienes para muchos años. Ahora, pues, ¡a comer, a beber y a disfrutar!”». Pero Dios le dijo: «Necio, esta noche vienen a pedir tu alma. ¿Para quién será lo que has guardado?». Eso le sucede a quien acumula riquezas para sí mismo, pero no es rico para con Dios. Luego se dirigió a sus discípulos: —Por tanto, os digo: No estéis preocupados pensando qué habéis de comer para vivir ni con qué vestiréis vuestro cuerpo. La vida es más que la comida y el cuerpo más que el vestido. Fijaos en los cuervos: ni siembran ni cosechan ni tienen despensas ni almacenes, y Dios los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que las aves? ¿Y quién de vosotros, por mucho que lo intente, podrá añadir a su estatura medio metro? Pues si no podéis hacer siquiera las cosas más pequeñas, ¿por qué os preocupáis por lo demás? Fijaos cómo crecen los lirios: no trabajan ni hilan y os digo que ni aun Salomón, con toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Y si así viste Dios a la hierba que hoy está en el campo y mañana es echada al horno, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe? Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud. Todas estas cosas son las que afanosamente buscan las gentes del mundo, pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de ellas. Buscad, más bien, el reino de Dios y todas estas cosas os serán añadidas.

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