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JOB 30:1-31

JOB 30:1-31 RV2020

Pero ahora se ríen de mí los más jóvenes que yo, a cuyos padres no consideraba dignos de estar junto a los perros de mi ganado, pues ¿de qué me hubiera servido la fuerza de sus manos, si no tenían ya ningún vigor? A causa de la pobreza y del hambre andaban solitarios, huían a la soledad, a lugares tenebrosos, desolados y desiertos. Recogían malvas entre los arbustos y raíces de enebro para calentarse. Los echaban de en medio de la gente y todos les gritaban como a ladrones. Vivían en las barrancas de los arroyos, en las cavernas de la tierra y entre las rocas. Bramaban entre las matas y se reunían debajo de los espinos. Hijos de gente vil, hombres sin nombre, más bajos que la misma tierra. ¡Y ahora yo soy objeto de su burla y les sirvo de refrán! Me abominan, se alejan de mí y no dejan de escupirme en el rostro. Porque Dios ha desatado la cuerda y me ha afligido, por eso ya no me tienen ningún respeto. A mi derecha se levanta el populacho, empujan mis pies y preparan caminos para mi ruina. Desbaratan mi senda, se aprovechan de mi quebrantamiento, y no tengo quien me auxilie contra ellos. Avanzan como por una brecha ancha, se precipitan sobre los escombros. Se desatan contra mí los terrores, se llevan como viento mi dignidad, y como una nube se ha esfumado mi prosperidad. Ahora mi alma se diluye dentro de mí, pues se apoderan de mí días de aflicción. La noche taladra mis huesos y los dolores que me roen no reposan. La violencia deforma mi vestidura: me oprime como el cuello de mi túnica. Dios me ha derribado en el lodo y ahora soy semejante al polvo y a la ceniza. ¡Clamo a ti, pero no me escuchas! ¡Me presento, pero no me atiendes! Te has vuelto cruel conmigo; con el poder de tu mano me persigues. Me has alzado sobre el viento, me haces cabalgar en él y me zarandeas en la tormenta. Yo sé que me conduces a la muerte, y a la casa a donde va todo ser viviente. Mas él, ¿no extenderá la mano contra el sepulcro? ¿O no clamarán los sepultados cuando él los quebrante? Y yo, ¿no he llorado por el que sufre? ¿No me he entristecido a causa del necesitado? Sin embargo, cuando yo esperaba el bien, entonces vino el mal; cuando esperaba la luz, vino la oscuridad. Mis entrañas se agitan sin reposo, por los días de aflicción que me han sobrecogido. Ando ennegrecido, y no por el sol; me he levantado en la congregación, y he clamado. He venido a ser hermano de chacales y compañero de avestruces. Mi piel, ennegrecida, se me cae, mis huesos arden de calor. Mi arpa se ha cambiado por luto, y mi flauta por voz de lamentadores.

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