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JUAN 10:21-42

JUAN 10:21-42 RV2020

Otros, en cambio, replicaban: —Sus palabras no son precisamente las de un endemoniado. ¿Podría un demonio dar la vista a los ciegos? Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno, y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos le rodearon y le dijeron: —¿Hasta cuándo nos tendrás en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente. Jesús les respondió: —Os lo he dicho y no lo creéis. Las obras que yo hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí, mas vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. Mis ovejas oyen mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna, no perecerán jamás ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las dio, es mayor que todos y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. El Padre y yo uno somos. Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle. Jesús les respondió: —Os he mostrado muchas buenas obras por encargo de mi Padre. ¿Por cuál de ellas me apedreáis? Le respondieron los judíos: —No te apedreamos por ninguna buena obra, sino por blasfemia: siendo hombre te haces Dios. Jesús les respondió: —¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije: Sois dioses ? Si llamó dioses a aquellos a quienes habló Dios, y la Escritura no puede ponerse en duda, ¿cómo podéis decir vosotros a quien el Padre santificó y envió al mundo «Tú blasfemas» porque afirmé «Hijo de Dios soy»? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Pero si las hago, creed a las obras aunque no me creáis a mí, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí y yo en el Padre. Intentaron otra vez apresarlo, pero él se escapó de sus manos. Se fue de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde tiempo atrás había estado bautizando Juan, y se quedó allí. Muchos acudían a él y decían: —Cierto que Juan no hizo ninguna señal, pero todo lo que dijo acerca de este era verdad. Y muchos allí creyeron en él.

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