ISAÍAS 1:1-31
ISAÍAS 1:1-31 RV2020
Visión que Isaías hijo de Amoz, tuvo acerca de Judá y Jerusalén, en los días de Uzías, Jotam, Acaz y Ezequías, reyes de Judá. Oíd, cielos, y escucha tú, tierra, porque habla el Señor: Crié hijos y los hice crecer, pero ellos se rebelaron contra mí. El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; pero Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento. ¡Ay gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malhechores, hijos depravados! ¡Han dejado al Señor, han provocado la ira del Santo de Israel, le han dado la espalda! ¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no queda parte ilesa. Todo son heridas, hinchazones y llagas abiertas, que no están curadas ni vendadas ni suavizadas con aceite. Vuestra tierra está destruida, vuestras ciudades puestas a fuego, vuestra tierra delante de vosotros ha sido devorada por extranjeros y asolada, como si hubiera sido arrasada por extraños. Y queda la hija de Sion como choza de viñedo, como cabaña en melonar, como ciudad asolada. Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado un resto pequeño, seríamos como Sodoma, semejantes a Gomorra. Príncipes de Sodoma, ¡oíd la palabra del Señor! Pueblo de Gomorra, ¡escuchad la ley de nuestro Dios! ¿Para qué me sirve, dice el Señor, la multitud de vuestros sacrificios? Estoy harto de holocaustos de carneros y de grasa de animales gordos; no quiero sangre de bueyes ni de ovejas ni de machos cabríos. ¿Quién pide esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí para pisotear mis atrios? No me traigáis más ofrendas inútiles; el incienso me resulta desagradable. No soporto la luna nueva, ni el sábado, ni las reuniones que convocáis. ¡Son iniquidad vuestras fiestas solemnes! Mi alma aborrece vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes; son para mí una carga insoportable. Cuando extendáis vuestras manos, yo apartaré mi vista de vosotros; asimismo, cuando multipliquéis la oración, yo no la oiré; llenas están de sangre vuestras manos. Lavaos y limpiaos, quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos, dejad de hacer lo malo, aprended a hacer el bien, buscad la justicia, socorred al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. Venid luego, dice el Señor, y discutamos esto: aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Si estáis dispuestos a obedecer, comeréis de lo mejor de la tierra; pero si no estáis dispuestos y sois rebeldes, seréis devorados por la espada. La boca del Señor lo ha dicho. ¡Cómo te has convertido en ramera, tú, la ciudad fiel! Llena estuvo de justicia, en ella habitó el derecho, ¡pero ahora la habitan los homicidas! Tu plata se ha convertido en escorias, tu vino está mezclado con agua. Tus gobernantes son rebeldes y cómplices de ladrones. Todos aman el soborno y van tras las recompensas; no hacen justicia al huérfano ni llega a ellos la causa de la viuda. Por tanto, dice el Señor de los ejércitos, el Fuerte de Israel: «¡Basta ya! ¡Me desquitaré de mis enemigos, me vengaré de mis adversarios! Volveré mi mano contra ti, y limpiaré tu escoria hasta dejarla pura, y quitaré toda tu impureza. Haré que tus jueces sean como al principio, y tus consejeros como eran antes; entonces te llamarán “Ciudad de justicia”, “Ciudad fiel”. Sion será rescatada con el derecho y los convertidos de ella con la justicia. Pero los rebeldes y pecadores serán juntamente destruidos, y los que dejan al Señor serán consumidos. Entonces os avergonzarán las encinas que amasteis y os sonrojarán los huertos que escogisteis. Porque seréis como encina que pierde la hoja y como huerto al que le faltan las aguas. El fuerte será como estopa, y lo que hizo, como una chispa; ambos serán encendidos juntamente y no habrá quien apague el fuego».