HEBREOS 9:1-22
HEBREOS 9:1-22 RV2020
Ahora bien, incluso el primer pacto tenía normas para el culto y un santuario terrenal. Así estaba dispuesto el tabernáculo: en la primera parte, llamada el «lugar santo», estaban el candelabro, la mesa y los panes de la proposición. Tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo llamada el Lugar santísimo. Allí había un incensario de oro y el arca del pacto cubierta de oro por todas partes; en el arca había una urna de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que reverdeció y las tablas del pacto. Encima del arca estaban los querubines de la gloria, los cuales cubrían el propiciatorio. De estas cosas no se puede ahora hablar en detalle. Así dispuestas estas cosas, los sacerdotes entran continuamente en la primera parte del tabernáculo para celebrar los oficios del culto. Pero en la segunda parte, entra solo el sumo sacerdote una vez al año, con la sangre que ofrece por sí mismo y por los pecados que el pueblo comete inadvertidamente. El Espíritu Santo da a entender con esto que el camino al Lugar santísimo no estará abierto mientras la primera parte del tabernáculo esté en pie. Todo esto es un símbolo para el tiempo presente. Pues las ofrendas y sacrificios que allí se ofrecen no pueden perfeccionar la conciencia de quien practica dicho culto, ya que se trata solamente de comidas, bebidas y ciertos ritos de purificación. Estas observancias tienen que ver con reglas externas, validas únicamente hasta el momento en que Dios reforme todas las cosas. Pero Cristo ya ha venido como sumo sacerdote de los bienes futuros. Él, a través del tabernáculo más excelente y perfecto, no hecho por manos humanas, es decir, que no es de este mundo creado, entró una sola vez y para siempre en el Lugar santísimo, y no por medio de la sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por medio de su propia sangre, y así obtuvo para nosotros la redención eterna. Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas sobre los impuros, santifica y purifica sus cuerpos, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo? Por eso, Cristo es mediador de un nuevo pacto. Con su muerte ha obtenido la liberación de los pecados cometidos bajo el primer pacto, haciendo posible que los llamados reciban la herencia eterna que les ha sido prometida. Para que un testamento se haga efectivo, es necesario que se compruebe la muerte del testador, pues el testamento solo entra en vigor cuando muere el que lo hizo, y no es válido mientras el testador esté vivo. Por eso, ni siquiera el primer pacto fue instituido sin sangre, porque después de que Moisés anunció todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos junto con agua, la lana escarlata y ramas de hisopo, y roció el libro de la ley y también a todo el pueblo, diciendo: Esta es la sangre del pacto que Dios os ha mandado . Además de esto, roció también con la sangre el tabernáculo y todos los utensilios que se utilizaban en el culto. Y según la ley, casi todo es purificado con sangre; y sin derramamiento de sangre no hay perdón de pecados.