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DANIEL 6:2-28

DANIEL 6:2-28 RV2020

Y sobre ellos puso a tres gobernadores, de los cuales Daniel era uno, a quienes estos sátrapas dieran cuenta, para que el rey no fuera perjudicado. Pero Daniel mismo era superior a estos sátrapas y gobernadores, porque había en él un espíritu superior; y el rey pensó en ponerlo sobre todo el reino. Los gobernadores y sátrapas buscaron ocasión para acusar a Daniel en lo relacionado con el reino; pero no podían hallar motivo alguno o falta, porque él era fiel, y ningún error ni falta hallaron en él. Entonces dijeron aquellos hombres: —No hallaremos contra este Daniel motivo alguno para acusarlo, a no ser en relación con la ley de su Dios. Entonces estos gobernadores y sátrapas se juntaron delante del rey, y le dijeron: —¡Rey Darío, vive para siempre! Todos los gobernadores del reino, magistrados, sátrapas, príncipes y capitanes han acordado por consejo que promulgues un edicto real, y lo confirmes, con la orden de que cualquiera que en el espacio de treinta días demande petición a cualquier dios u hombre fuera de ti, nuestro rey, sea echado al foso de los leones. Ahora, majestad, confirma el edicto y fírmalo, para que no pueda ser revocado, conforme a la ley de Media y de Persia, que no puede ser abrogada. El rey Darío firmó el edicto y la prohibición. Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa; abrió las ventanas de su habitación que daban a Jerusalén, y tres veces al día se arrodillaba y oraba a su Dios, dándole gracias como solía hacerlo antes. Se juntaron entonces aquellos hombres, y hallaron a Daniel orando y rogando en presencia de su Dios. Fueron luego ante el rey y le hablaron del edicto real: —¿No has confirmado un edicto con la orden de que cualquiera que en el espacio de treinta días pida a cualquier dios u hombre fuera de ti, nuestro rey, sea echado al foso de los leones? Respondió el rey: —Verdad es, conforme a la ley de Media y de Persia, que no puede ser abrogada. Entonces respondieron delante del rey: —Daniel, que es de los hijos de los cautivos de Judá, no te respeta a ti, nuestro rey, ni acata el edicto que confirmaste, sino que tres veces al día hace su petición. Cuando el rey oyó el asunto, le pesó en gran manera y resolvió librar a Daniel; y hasta la puesta del sol trabajó para librarlo. Pero aquellos hombres rodearon al rey y le dijeron: —Sabes, rey nuestro, que es ley de Media y de Persia que ningún edicto u ordenanza que el rey confirme puede ser abrogado. Entonces el rey ordenó que trajeran a Daniel, y lo echaron al foso de los leones. El rey dijo a Daniel: —El Dios a quien tú continuamente sirves, él te libre. Trajeron una piedra y la pusieron sobre la puerta del foso, la cual selló el rey con su anillo y con el anillo de sus príncipes, para que el acuerdo acerca de Daniel no se cambiara. Luego el rey se fue a su palacio, y se acostó sin comer. Tampoco permitió que tocaran para él instrumentos de música, y no pudo conciliar el sueño. El rey se levantó muy de mañana, y fue apresuradamente al foso de los leones. Se acercó al foso y llamó a gritos a Daniel con voz triste: —Daniel, siervo del Dios viviente, a quien tú continuamente sirves, ¿te ha podido Dios librar de los leones? Entonces Daniel respondió al rey: —¡Rey, vive para siempre! Mi Dios ha enviado su ángel, que ha cerrado la boca de los leones para que no me hagan daño. Él sabe que soy inocente y que no he hecho nada malo. Se alegró mucho el rey y mandó sacar a Daniel del foso. Y cuando lo sacaron, salió ileso porque había confiado en su Dios. Luego ordenó el rey que trajeran a aquellos hombres que habían acusado a Daniel, y fueron echados al foso de los leones ellos, sus hijos y sus mujeres; y aún no habían llegado al fondo del foso, cuando los leones se lanzaron sobre ellos y les trituraron los huesos. Entonces el rey Darío escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra: «Paz os sea multiplicada. Yo promulgo esta ordenanza: Que en todo el dominio de mi reino, todos teman y tiemblen ante la presencia del Dios de Daniel. Porque él es el Dios viviente y permanece por todos los siglos, su reino no será jamás destruido y su dominio perdurará hasta el fin. Él salva y libra, y hace señales y maravillas en el cielo y en la tierra; él ha librado a Daniel del poder de los leones». Daniel prosperó durante los reinados de Darío y de Ciro, el persa.

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