HECHOS 18:1-28
HECHOS 18:1-28 RV2020
Después de estas cosas, Pablo salió de Atenas y fue a Corinto. Allí halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto. Hacía poco que había venido de Italia, junto con Priscila, su mujer, porque Claudio había ordenado que todos los judíos salieran de Roma. Pablo fue a verlos, y como era del mismo oficio, se quedó con ellos, trabajando juntos haciendo tiendas de campaña. Todos los sábados debatía en la sinagoga y lograba persuadir a judíos y a griegos. Cuando Silas y Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo estaba entregado por entero a la predicación de la palabra dando testimonio solemne ante los judíos de que Jesús era el Cristo. Pero como ellos no dejaban de llevarle la contraria y de insultarlo, sacudió su vestido como acción de repulsa, y les dijo: —Sea vuestra sangre sobre vuestra propia cabeza. Mi conciencia está limpia de culpa; a partir de ahora, me dedicaré a los gentiles. Salió de allí y se fue a la casa de un hombre llamado Ticio Justo, temeroso de Dios, que vivía junto a la sinagoga. Crispo, alto dirigente de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa. También creyeron y se bautizaron muchos corintios que escucharon el mensaje. Una noche el Señor le dijo a Pablo en una visión: —No temas. Habla y no calles. Yo estoy contigo y nadie pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo un pueblo numeroso en esta ciudad. Pablo permaneció allí un año y seis meses enseñándoles la palabra de Dios. Pero los judíos, siendo Galión el procónsul de Acaya, se levantaron de común acuerdo contra Pablo y le llevaron al tribunal diciendo: —Este persuade a las personas a honrar a Dios de forma contraria a nuestra ley. Al comenzar Pablo a hablar, Galión dijo a los judíos: —Si fuera algún agravio o algún crimen enorme, yo os prestaría la atención que el asunto requiere, pero si se trata de cuestiones relativas a palabras o aspectos concretos de vuestra ley, solucionadlo vosotros mismos. Yo no quiero ser juez de estas cosas. Y los echó del tribunal. Entonces todos se apoderaron de Sóstenes, alto dirigente de la sinagoga, y le golpearon delante del tribunal. Pero Galión no hizo nada porque no le importaba lo más mínimo. Pablo permaneció allí muchos días. Luego se despidió de los hermanos y se embarcó para Siria junto con Priscila y Aquila. En Céncreas se rapó la cabeza debido a un voto que había hecho. Al llegar a Éfeso, Pablo se separó de ellos y entrando en la sinagoga debatía con los judíos. Estos le rogaban que se quedara con ellos más tiempo, pero él no aceptó, aunque les dijo al despedirse: —Es necesario en todo caso que yo celebre en Jerusalén la fiesta que viene, pero si Dios quiere, volveré a visitaros. Y zarpó de Éfeso. Descendió en Cesarea para saludar a la iglesia y luego bajó a Antioquía. Después de estar allí algún tiempo, salió y recorrió por orden la región de Galacia y de Frigia, animando a todos los discípulos. Llegó entonces a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, hombre elocuente y con sólidos conocimientos de las Escrituras. Había sido instruido en el camino del Señor y, como era de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solo conocía el bautismo de Juan. Comenzó, pues, a hablar con valentía en la sinagoga, mas cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron con más exactitud el camino de Dios. Cuando Apolos quiso pasar a Acaya, los hermanos le animaron y escribieron a los discípulos para que lo recibieran. Al llegar allá, fue de gran provecho a los que por la gracia habían creído, porque con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos y demostraba por las Escrituras que Jesús era el Cristo.