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HECHOS 10:9-33

HECHOS 10:9-33 RV2020

Al día siguiente, mientras los enviados iban aún de camino, ya cerca de la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar, a eso del mediodía. De pronto, sintió mucha hambre y quiso comer algo. Mientras le preparaban algo de comida, cayó en éxtasis: Vio el cielo abierto y algo semejante a un gran lienzo, que atado por las cuatro puntas, descendía sobre la tierra. Había en el lienzo toda clase de cuadrúpedos y reptiles terrestres y aves del cielo. Y oyó una voz que le decía: —¡Venga, Pedro, mata y come! Pedro respondió: —Señor, no. Jamás he comido cosa profana o impura. Por segunda vez se oyó aquella voz y le dijo: —Lo que Dios purificó no lo llames tú impuro. Esto se repitió una tercera vez. Luego aquel lienzo volvió a ser recogido en el cielo. Pedro estaba perplejo preguntándose qué significaría la visión que había tenido. Mientras tanto, los hombres enviados por Cornelio, después de haber localizado la casa de Simón, llegaron a la puerta. Llamaron y preguntaron si allí se hospedaba un tal Simón que tenía por sobrenombre Pedro. Estando Pedro pensando en la visión, le dijo el Espíritu: —Tres hombres te buscan; baja enseguida y acompáñalos. No tengas ningún reparo, porque los he enviado yo. Pedro descendió a donde estaban los hombres enviados por Cornelio, y les dijo: —Yo soy ese que buscáis. ¿Cuál es la causa por la que habéis venido? Ellos respondieron: —El centurión Cornelio, que es un hombre justo y temeroso de Dios, cuyo buen testimonio es reconocido por todo el pueblo judío, ha recibido instrucciones de un santo ángel para que vayas a su casa y oiga tus palabras. Pedro los hizo entrar y los hospedó. Al día siguiente se puso en camino con ellos, acompañado por algunos hermanos de Jope. Al otro día llegaron a Cesarea, donde Cornelio estaba ya esperándolos junto con sus familiares y amigos más íntimos. Al entrar Pedro, salió Cornelio a recibirle, cayó a sus pies y se postró ante él. Mas Pedro le levantó diciendo: —Ponte en pie, pues yo soy un hombre lo mismo que tú. Entró conversando con él y halló a muchas personas reunidas. Pedro les dijo: —Como sabéis, a un hombre judío le está prohibido juntarse o acercarse a un extranjero, pero Dios me ha hecho comprender que a nadie debo considerar profano o impuro. Por eso, cuando me llamaron vine sin dudarlo. Así que os pregunto: ¿Por qué razón me habéis hecho venir? Cornelio respondió: —Hace cuatro días yo estaba en ayuno, y como a esta hora, es decir, a las tres de la tarde, yo estaba orando en mi casa. De pronto, se presentó ante mí un hombre vestido con ropas resplandecientes y me dijo: «Cornelio, tus oraciones y limosnas han llegado a Dios y las tiene presentes. Envía algunas personas a Jope para que hagan venir a Simón, a quien se conoce también como Pedro. Se hospeda en la casa de un tal Simón, un curtidor que tiene su casa junto al mar. Cuando llegue, él te hablará». Así que enseguida envié a buscarte y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios dispuestos a escuchar todo lo que Dios te ha mandado decirnos.

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