2 SAMUEL 14:14-33
2 SAMUEL 14:14-33 RV2020
Todos, sin duda, morimos, pues somos como agua derramada en tierra que no puede volver a recogerse. Ni Dios quita la vida, sino que provee medios para que el desterrado no siga alejado de él. Si yo he venido ahora para decir esto al rey, mi señor, es porque el pueblo me ha atemorizado. Y tu sierva ha pensado: «Hablaré ahora al rey; quizá haga lo que su sierva le diga, pues el rey me oirá y librará a su sierva de manos del hombre que quiere extirparme a mí, junto con mi hijo, de la heredad de Dios». Por eso, tu sierva dice: «Sea ahora de consuelo la respuesta de mi señor, el rey, pues mi señor, el rey, es como un ángel de Dios para discernir entre lo bueno y lo malo. Y que el Señor, tu Dios, sea contigo». Entonces David respondió a la mujer: —Te ruego que no me ocultes nada de lo que yo te pregunte. —Hable mi señor, el rey —dijo la mujer. El rey preguntó: —¿No está metida la mano de Joab en todas estas cosas? La mujer respondió: —¡Vive tu alma, rey señor mío, que no se aparta ni a derecha ni a izquierda todo lo que mi señor el rey ha hablado!; porque fue tu siervo Joab quien me mandó, y él puso en boca de tu sierva todas estas palabras. Para mudar el aspecto de las cosas, Joab, tu siervo, ha hecho esto. Pero mi señor es sabio, con la sabiduría de un ángel de Dios, para conocer lo que hay en la tierra. Luego el rey dijo a Joab: —Mira, he decidido esto: vete y haz volver al joven Absalón. Joab se postró en tierra sobre su rostro, hizo una reverencia, y después que bendijo al rey, dijo: —Hoy ha entendido tu siervo que he hallado gracia a tus ojos, rey y señor mío, pues el rey ha hecho lo que su siervo ha dicho. Se levantó luego Joab, fue a Gesur, y trajo a Absalón a Jerusalén. Pero el rey dijo: «Que se vaya a su casa y no vea mi rostro». Absalón volvió a su casa y no se presentó ante el rey. No había en todo Israel ninguno tan alabado por su hermosura como Absalón; desde la planta de su pie hasta la coronilla no había en él defecto. Cuando se cortaba el pelo, cosa que hacía de año en año porque le pesaba mucho, el cabello de su cabeza pesaba más de dos kilos, según la medida oficial. A Absalón le nacieron tres hijos y una hija, que se llamaba Tamar y fue una mujer de hermoso semblante. Estuvo Absalón por espacio de dos años en Jerusalén sin presentarse ante el rey. Llamó Absalón a Joab para enviarlo al rey, pero él no quiso venir. Todavía lo llamó una segunda vez, pero tampoco quiso venir. Entonces dijo a sus siervos: —Mirad, el campo de Joab está junto al mío, y tiene allí cebada; id y prendedle fuego. Y los siervos de Absalón prendieron fuego al campo. Entonces se levantó Joab, vino a casa de Absalón, y le dijo: —¿Por qué han prendido fuego tus siervos a mi campo? Absalón le respondió: —Te he mandado a decir que vinieras acá, con el fin de enviarte al rey para decirle: «¿Para qué vine de Gesur? Mejor me fuera estar aún allá. Ahora deseo ver el rostro del rey; si hay pecado en mí, que me mate». Fue, pues, Joab a ver al rey, y se lo hizo saber. Entonces llamó a Absalón, el cual se presentó ante el rey y se postró rostro en tierra delante de él. Y el rey besó a Absalón.