2 PEDRO 1:1-21
2 PEDRO 1:1-21 RV2020
Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, saluda a los que, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, habéis alcanzado una fe tan preciosa como la nuestra: Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. Dios, por su poder, nos ha dado todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia. Por medio de estas cosas nos ha dado preciosas y grandísimas promesas para que, después de escapar de la corrupción que hay en el mundo por causa de los malos deseos, lleguéis a ser partícipes de la naturaleza divina. Por esto mismo, esforzaos al máximo en añadir a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Si tenéis estas cualidades y las desarrolláis, entonces no estaréis inactivos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas está ciego y camina a tientas, pues ha olvidado que sus antiguos pecados le fueron perdonados. Por tanto, hermanos, procurad mucho más (por buenas obras) fortalecer vuestra vocación y elección, pues al hacerlo, jamás caeréis. De esta manera os será otorgada amplia entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis y estéis afirmados en la verdad que habéis recibido. Mientras yo esté en este mundo, considero que es mi obligación llamaros la atención con mis consejos. Sé que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me lo ha hecho saber. Por eso, haré todo lo posible para asegurarme de que vosotros podáis recordar estas cosas en todo momento, aun después de mi partida. Cuando os dimos a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, no lo hicimos siguiendo fábulas artificiosas, sino como testigos oculares de su majestad. Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: «Este es mi Hijo amado, en el cual me complazco». Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo. Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que despunte el día y el lucero de la mañana amanezca en vuestros corazones. Pero ante todo entended que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía ha tenido su origen en voluntad humana, sino que los santos hombres hablaron de parte de Dios inspirados por el Espíritu Santo.