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2 REYES 23:1-37

2 REYES 23:1-37 RV2020

Entonces el rey mandó convocar ante él a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. Luego el rey subió a la casa del Señor con todos los hombres de Judá y todos los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, desde el más pequeño hasta el más grande. Allí leyó en voz alta todas las palabras del libro del pacto que había sido hallado en la casa del Señor. Después, puesto en pie junto a la columna, el rey hizo un pacto delante del Señor, por el que se comprometían a seguir al Señor y guardar sus mandamientos, sus testimonios y sus estatutos, con todo el corazón y con toda el alma, y a cumplir las palabras del pacto que estaban escritas en aquel libro. Y todo el pueblo confirmó el pacto. El rey mandó al sumo sacerdote Hilcías, a los sacerdotes de segundo orden y a los guardianes de la puerta, que sacaran del templo del Señor todos los utensilios que habían sido hechos para Baal, Asera y todo el ejército de los cielos. Los quemó fuera de Jerusalén, en el campo del Cedrón, e hizo llevar sus cenizas a Bet-el. Después quitó a los sacerdotes idólatras que habían puesto los reyes de Judá para quemar incienso en los lugares altos de las ciudades de Judá y en los alrededores de Jerusalén, así como a los que quemaban incienso a Baal, al sol y a la luna, a los signos del zodíaco y a todo el ejército de los cielos. Hizo también sacar la imagen de Asera fuera de la casa del Señor, fuera de Jerusalén, al valle del Cedrón, donde la quemó y la convirtió en polvo. Y echó el polvo sobre los sepulcros de los hijos del pueblo. Además, derribó los lugares de prostitución idolátrica que estaban en la casa del Señor, en los que tejían las mujeres tiendas para Asera. Hizo venir a todos los sacerdotes de las ciudades de Judá y profanó los lugares altos donde los sacerdotes quemaban incienso, desde Geba hasta Beerseba. Derribó los altares de las puertas que estaban a la entrada de la puerta de Josué, gobernador de la ciudad, situados al lado izquierdo de la puerta de la ciudad. Pero los sacerdotes de los lugares altos no subían al altar del Señor en Jerusalén, sino que comían panes sin levadura entre sus hermanos. Asimismo, profanó el Tofet, que está en el valle del hijo de Hinom, para que ninguno ofreciera a su hijo o su hija en el fuego para rendir culto a Moloc. Quitó también los caballos que los reyes de Judá habían dedicado al sol a la entrada del templo del Señor, junto a la habitación de Natán-melec, el eunuco, el cual tenía a su cargo los ejidos, y quemó los carros dedicados al sol. Derribó además el rey los altares que estaban sobre la azotea de la sala de Acaz, construidos por los reyes de Judá, y los altares que había hecho Manasés en los dos atrios de la casa del Señor. De allí se dio prisa en arrojar el polvo al arroyo del Cedrón. Asimismo, profanó el rey los lugares altos que estaban delante de Jerusalén, a la mano derecha del monte de la destrucción, los que Salomón, rey de Israel, había edificado a Astoret, ídolo abominable de los sidonios, a Quemos, ídolo abominable de Moab, y a Milcom, ídolo abominable de los hijos de Amón. Quebró las estatuas, derribó las imágenes de Asera y llenó el lugar que ocupaban con huesos humanos. También el altar que estaba en Bet-el y el lugar alto que había hecho Jeroboam hijo de Nabat, el que hizo pecar a Israel. Destruyó aquel altar y su lugar alto, lo quemó y lo hizo polvo, y prendió fuego a la imagen de Asera. Cuando Josías regresó y vio los sepulcros que estaban allí en el monte, mandó sacar los huesos de los sepulcros y los quemó sobre el altar para contaminarlo; así se cumplió la palabra que el Señor había transmitido por medio de aquel hombre de Dios que anunció tales cosas. Después dijo: —¿Qué monumento es este que veo? Los de la ciudad le respondieron: —Este es el sepulcro del hombre de Dios que vino de Judá y profetizó estas cosas que tú has hecho sobre el altar de Bet-el. El rey dijo: —Dejadlo; que nadie mueva sus huesos. Así fueron preservados sus huesos y los huesos del profeta que había venido de Samaria. Josías quitó también todos los templos de los lugares altos que estaban en las ciudades de Samaria, los que habían hecho los reyes de Israel para provocar a ira al Señor, e hizo con ellos como había hecho en Bet-el. Mató además sobre los altares a todos los sacerdotes de los lugares altos que allí estaban y quemó sobre ellos huesos humanos, y volvió a Jerusalén. Entonces, el rey ordenó a todo el pueblo: —Celebrad la Pascua al Señor, vuestro Dios, conforme a lo que está escrito en el libro de este pacto. No había sido celebrada tal Pascua desde los tiempos en que los jueces gobernaban a Israel, ni en todos los tiempos de los reyes de Israel y de los reyes de Judá. En el año dieciocho del rey Josías se celebró aquella Pascua al Señor en Jerusalén. Josías acabó asimismo con los encantadores, adivinos y los dioses domésticos, y con todas las cosas abominables que se veían en la tierra de Judá y en Jerusalén, para cumplir las palabras de la ley que estaban escritas en el libro que el sacerdote Hilcías había hallado en la casa del Señor. No hubo otro rey antes de él que se convirtiera al Señor con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés, ni después de él nació otro igual. Con todo, el Señor no desistió del ardor de su gran ira, que se había encendido contra Judá por todas las provocaciones con que Manasés lo había irritado. Y el Señor dijo: —También apartaré de mi presencia a Judá, como aparté a Israel, y desecharé a esta ciudad que había escogido, a Jerusalén, y a la casa de la que había dicho: «Allí estará mi nombre». Los demás hechos de Josías, y todo lo que hizo, ¿no está todo escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? En aquellos días el faraón Necao, rey de Egipto, subió hacia el río Éufrates al encuentro del rey de Asiria. Contra él salió el rey Josías; pero en cuanto aquel lo vio, lo mató en Meguido. Sus siervos lo pusieron en un carro, lo trajeron muerto de Meguido a Jerusalén y lo sepultaron en su sepulcro. Entonces el pueblo tomó a Joacaz hijo de Josías, lo ungieron y lo proclamaron rey en lugar de su padre. Joacaz tenía veintitrés años cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses en Jerusalén. El nombre de su madre era Hamutal, hija de Jeremías, de Libna. E hizo lo malo ante los ojos del Señor, conforme a todas las cosas que sus padres habían hecho. El faraón Necao lo tuvo preso en Ribla, en la provincia de Hamat, para que no reinara en Jerusalén, e impuso al país un tributo de tres mil trescientos kilos de plata y treinta y tres kilos de oro. Entonces el faraón Necao puso como rey a Eliaquim hijo de Josías, en lugar de Josías, su padre, y le cambió el nombre por el de Joacim. A Joacaz lo tomó y se lo llevó a Egipto, donde murió. Joacim entregó al faraón la plata y el oro, pero tuvo que imponer una contribución al país para dar el dinero exigido por la orden del faraón, por lo que sacó la plata y el oro del pueblo, según estimación de la hacienda de cada uno, para darlo al faraón Necao. Joacim tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén. El nombre de su madre era Zebuda, hija de Pedaías, de Ruma. Pero hizo lo malo ante los ojos del Señor, conforme a todas las cosas que sus padres habían hecho.